Un corresponsal extranjero iraní de PressTV, respaldado por el gobierno, Ramin Mazaheri, ha escrito una larga diatriba que acusa al World Socialist Web Site de traicionar sus “principios socialistas” y ayudar al imperialismo. Ello es así porque el WSWS ha hecho hincapié en el significado del malestar actual de la clase trabajadora en Irán y se opuso a su represión por parte del Estado burgués bajo el pretexto de combatir la subversión patrocinada por el imperialismo estadounidense.
Mazaheri dice ser un ávido lector del WSWS, que él llama “un puñetero sitio genial”, “excepcional en casi todos los sentidos”, “quizás el sitio web verdaderamente izquierdista más visitado” y “adorado en el Tercer Mundo”. Claramente, él está profundamente preocupado por el impacto de los análisis del WSWS al interior de Irán y más allá.
Mazaheri hace una excepción con nuestra caracterización de la clase trabajadora iraní como “brutalmente explotada”. También acusa al WSWS de “atacar a Irán en un momento de crisis”. Objetando las referencias del WSWS a la historia del movimiento obrero iraní, Mazaheri afirma que exageramos la influencia del socialismo revolucionario. También rechaza el acento que el WSWS pone en el papel dominante del estalinista Partido Tudeh en las décadas que precedieron la revolución de 1979. Mazaheri desdeña el WSWS y el trotskismo por buscar la pureza ideológica y defender la “revolución universal” en vez de apoyar “un país socialista que funciona”. (El texto completo de su carta puede encontrarse aquí.)
Para ser franco, Mazaheri es un apologista del gobierno iraní. Sin embargo, su blog merece ser rebatido porque falsifica asuntos cruciales de perspectiva revolucionaria en relación con la lucha contra el imperialismo, representa de manera equivocada el carácter y el resultado de la revolución de 1979, y calumnia al WSWS y a la clase obrera iraní.
La República Islámica es un régimen nacionalista burgués. Maniobra en la escena mundial para promover los intereses de la élite capitalista gobernante iraní, al tiempo que está en equilibrio entre diferentes fuerzas sociales dentro de Irán, incluyendo la influencia directa e indirecta del capital extranjero y la de la clase trabajadora. La actitud del WSWS hacia la República Islámica se basa en dos factores fundamentales: el carácter de Irán como un país históricamente oprimido al que hay que defender contra la depredación del imperialismo, y la relación antagónica entre la burguesía iraní y la clase trabajadora.
Ahora todos admiten, excepto los defensores descarados del gobierno y la burguesía iraníes, que las protestas que sacudieron a Irán durante cinco días a partir del 28 de diciembre fueron una expresión elemental de la ira de la clase trabajadora contra el desempleo masivo, la pobreza, la desigualdad social cada vez mayor, y las brutales medidas de austeridad del gobierno de Rouhani. Predominaron los jóvenes desempleados en las ciudades de provincia y otras capas especialmente oprimidas. El súbito estallido de protestas antigubernamentales había sido precedido por meses de descontento obrero creciente, incluyendo numerosas protestas y huelgas por salarios impagos y recortes de empleos.
El carácter social de la oposición emergente en Irán es fundamentalmente diferente del Movimiento Verde de 2009 al que, como reconoce Mazaheri, el WSWS se opuso categóricamente y en contra del cual polemizó. El desafío de los Verdes al resultado de las elecciones presidenciales de 2009 fue una operación planificada con mucho tiempo que se ciñó de cerca al guion de otras “revoluciones coloreadas” orquestadas por los EUA. Tenía como cometido llevar al poder a la facción del establishment político clerical y la burguesía iraní más deseosa de una reconciliación con Washington y las potencias imperialistas europeas. Extrajo su apoyo popular casi exclusivamente de la clase media alta de Teherán, que fue movilizada en base a las denuncias egoístas y thatcheristas del gasto social “despilfarrador” del presidente Ahmadinejad y quejas sobre las costumbres sociales reaccionarias del régimen islámico.
El movimiento actual en Irán está dirigido contra la austeridad y la desigualdad social. Que en sus etapas iniciales sea políticamente confuso, con monárquicos y otros elementos de la extrema derecha acoplándose a este y pervirtiéndolo, no es culpa de la clase trabajadora. La República Islámica lleva décadas suprimiendo todas las formas de autoorganización obrera.
Pero Mazaheri quisiera hacernos creer que Irán es un refugio para la democracia. Sermonea al WSWS diciendo que hay que apoyar a Rouhani y que hay que aceptar sus políticas neoliberales porque fue elegido en un sistema pseudo-democrático que le da al ulema chií (clero) vastos privilegios políticos, prohíbe a todos los candidatos “no islámicos”, y es limitado por un Líder Supremo autocrático.
El Partido Tudeh, la clase trabajadora y la Revolución de 1979
En un estilo nacionalista típico, Mazeri “[s]e pregunt[a] cuánto sabe el WSWS sobre la sociedad iraní”. Pero es él quien revela su ignorancia, cuando desdeña nuestra afirmación de que el estalinista Partido Tudeh tenía profundas raíces en la clase trabajadora y argumenta que “el Islam tenía ‘raíces super, mega profundas e implantadas en el núcleo, en la clase trabajadora’”.
Mazaheri parece no saber nada sobre los acontecimientos en Irán entre 1946 y 1953.
En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el Partido Tudeh provocó un apoyo popular masivo y ejerció una influencia política decisiva sobre la clase trabajadora. Sin embargo, en una prefiguración trágica del papel que desempeñaría en la tormenta revolucionaria de 1978-81, estuvo sujeto a la teoría menchevique-estalinista de la revolución en dos etapas, afirmando que la burguesía nacional dirigiría la lucha contra el imperialismo. Le tocaba al primer ministro nacionalista, Mohammad Mosaddegh, reprimir al Partido Tudeh, bajo la presión de los EUA, que abrió las puertas al golpe de la CIA de agosto de 1953 que volvió a poner al sah en el poder.
En esos acontecimientos, el clero islámico desempeñó un papel marginal y reaccionario, alineándose abiertamente con el sah, los terratenientes y el imperialismo.
El propio Ayatolá Khomeini era intensamente consciente y temeroso del poderoso atractivo del socialismo entre las masas. Por eso, a principios de los '’0, recurriendo a los escritos del sociólogo educado en París Ali Shariati, intentó refundir la teología tradicional chií incorporando en ella frases e iconografía pseudo-socialistas.
Explotando las conexiones que datan de antiguo entre el clero y el bazar, el bastión de la burguesía tradicional iraní, y la red de instituciones religiosas chiíes, Khomeini y sus simpatizantes pudieron ganarse el apoyo masivo de los pobres urbanos y rurales de Irán mientras el régimen del sah caía en una crisis creciente tras 1975. Los mulás se beneficiaron del hecho de que el aparato de seguridad masivo del sah, entrenado por la CIA, fue dirigido principalmente contra la izquierda y la clase trabajadora.
Pero fueron las políticas de estalinismo, no las raíces “súper mega profundas” del islam en la clase trabajadora, las que sobre todo abrieron la puerta al surgimiento de los clérigos populistas chiíes y el definitivo descarrilamiento de la explosión social masiva dirigida por la clase obrera que desbancó al sah.
El Partido Tudeh, que siguió teniendo amplia influencia en la clase trabajadora industrial, se orientó a la impotente oposición tradicional democrático-burguesa al sah durante décadas. Después, mientras las masas irrumpían en la escena en 1978-79, cambió de opinión para ofrecer apoyo acrítico a Khomeini y su proyecto de crear una República Islámica, nombrándolo líder de la revolución “nacional” que supuestamente allanaría el camino al desarrollo democrático-burgués independiente de Irán.
Sin embargo, tras el derrocamiento del sah en febrero de 1979, la clase trabajadora se esforzó por afirmar sus intereses independientes, tomando fábricas y formando consejos obreros para gestionarlas.
Pero con la clase trabajadora políticamente neutralizada por los estalinistas, Khomeini, no sin crisis y turbulencias, pudo desviar el movimiento de las masas y movilizar cada vez más valientemente el aparato de Estado capitalista para reprimir de manera sangrienta a la clase trabajadora y apagar todas las formas de autoorganización obrera.
Los comerciantes del bazar, por su parte, se aferraron tenazmente a Khomeini como el garante de su propiedad. Pero no solamente la burguesía iraní apeló a Khomeini para prevenir la revolución social. El gobierno francés le había dado exilio y le permitió montar sus actividades opositoras sin mayores trabas. Con la desintegración del régimen del sah, Washington apoyó su regreso a Irán a principios de febrero de 1979.
Al final, cuando el régimen de Khomeini, habiendo usado el apoyo de los estalinistas para confundir políticamente a la clase trabajadora, apeló al Partido Tudeh en 1983, arrestando y después ejecutando a muchos de sus líderes y cuadros, lo hizo utilizando listas que le dio la CIA.
Mazaheri declara muy claramente su propio apoyo a la consolidación de la República Islámica mediante la represión despiadada de la clase trabajadora, declarando, “el socialismo hacía de segundón en la Revolución Islámica, lo cual es de agradecer, cuando la alternativa es ser influido por el capitalismo imperialista”.
La República Islámica y el imperialismo
El régimen iraní no es antiimperialista. Más bien, desde el principio su objetivo viene siendo establecer una mayor libertad de acción para la burguesía iraní en el contexto capitalista mundial, incluso buscando nexos económicos más estrechos con el imperialismo europeo y japonés.
Ciertamente, a lo largo de las cuatro últimas décadas el imperialismo estadounidense ha montado un impulso incansable contra Irán, bajo administraciones demócratas y republicanas por igual, imponiendo sanciones económicas de castigo y ejerciendo una presión militar masiva.
Pero los dirigentes de la República Islámica han hecho repetidas propuestas a Washington —demasiadas como para enumerarlas aquí. Ya en el otoño de 1980, Teherán hizo un acuerdo secreto con el Partido Republicano dirigido por Reagan para no liberar a los rehenes de la embajada estadounidense hasta que no se hubieran celebrado las elecciones presidenciales. En 2001, Teherán ofreció su apoyo a la invasión estadounidense de Afganistán, y poco después de la invasión estadounidense de Irak en 2003 le hizo la oferta de un “gran trato” secreto a Washington, en el que reconocería a Israel y cancelaría toda la ayuda militar a Hamás y a Hezbolá a cambio de la promesa de que los EUA renunciaran al cambio de régimen.
El WSWS reconoce el carácter esencialmente defensivo de la intervención del régimen iraní en Siria y el Líbano. Pero la República Islámica, como el régimen del sah antes que ella, persigue realizar las ambiciones de gran potencia regional de la burguesía iraní y les niega la igualdad completa a los kurdos y a otras minorías de Irán.
Un elemento clave en la disipación de la energía revolucionaria que irrumpió en 1978-79 fue la guerra de ocho años entre Irán e Irak, librada entre 1980 y 1988. Indudablemente, el régimen baazista en Irak desempeñó un papel infame, buscando ganarse el apoyo de Washington atacando a Irán. Dicho esto, un importante factor en precipitar la guerra fue la determinación del régimen de Khomeini de mantener la resolución reaccionaria de la disputa Shatt-al-Arab, que el sah, con el respaldo de Washington, le había impuesto a Irak. Y mientras Irán fue inicialmente puesto a la defensiva, tras ganar la iniciativa la República Islámica perpetuó la guerra durante años. Ello fue así porque esperaba extraer reparaciones y otras concesiones mercenarias de Irak, pero también a causa del valor de la guerra en justificar, en nombre de la “unidad nacional”, la supresión de toda oposición política.
Si las consignas nacionalistas comparables a las que se plantearon durante el Movimiento Verde, tales como “Ni Gaza ni el Líbano, doy mi vida por Irán”, pueden encontrar cualquier resonancia en las actuales protestas obreras en Irán, es a causa de la carga de contrarrestar la dinámica de Irán —que significa que cae de manera abrumadora en la clase obrera y los trabajadores. Mientras tanto, amigos del régimen han hecho grandes fortunas del fracaso de las sanciones.
No debería sorprender que Mazaheri apoye el acuerdo nuclear entre Irán y los EUA. Este acuerdo mismo está íntimamente vinculado al ataque a la clase trabajadora. Para atraer inversiones extranjeras, la administración de Rouhani ha intensificado las políticas neoliberales de privatización y recortes en el gasto social que venía llevando a cabo Teherán desde 1989, y ha reescrito las leyes que rigen las concesiones de petróleo.
El siglo pasado demostró de manera categórica que las burguesías iraní y árabe son incapaces de liberar la región de las garras del imperialismo. Temerosas de su propia propiedad, reprimen a la clase trabajadora y se apoyan en llamamientos nacionalistas, sectarios y comunales que dividen a las masas y fortalecen la reacción imperialista.
La única fuerza que puede movilizar la energía revolucionaria necesaria para derrotar al imperialismo es la clase trabajadora, movilizando a los trabajadores de la región en base a un programa socialista para obtener derechos sociales e igualdad social para todos.
Es un deber elemental del WSWS, uno que cumple a diario, oponerse a la agresión, a los planes de guerra y a las guerras del imperialismo. Los trabajadores en todo el mundo deben exigir “manos fuera de Irán” como parte de la lucha para desarrollar un movimiento global contra la guerra y el imperialismo.
Pero no le permitiremos a la burguesía iraní ni a sus lacayos políticos como Mazaheri que intimiden a la clase trabajadora, y a aquellas amplias secciones de la clase media que estarían inclinadas a apoyarla, etiquetando el surgimiento de una resistencia obrera a la República Islámica como “sedición”.
En cambio, lucharemos para armar a este movimiento con la comprensión de sus tareas políticas: la clase trabajadora tiene que oponerse al imperialismo, forjar su independencia respecto de todas las facciones de la burguesía iraní, y congregar a los trabajadores en la lucha por una República Obrera y, en unidad con los trabajadores árabes, judíos, kurdos y turcos, una Federación Socialista del Medio Oriente.