Después de que se le prohibió ser candidato en las elecciones presidenciales rusas de marzo 2018, el comentarista y activista político Alexei Navalny ha convocado una “huelga de votantes” para el 28 de enero de 2018. Todas las que eran sedes de campaña presidencial instaladas en más de dos docenas de ciudades ahora serán utilizadas para movilizar la “huelga de votantes”. En un video que promueve ese acto de protesta, Navalny declara que las elecciones son “ilegítimas” y que el presidente que resulte de ellas también será “ilegítimo”.
La campaña que Navalny lanzó para las elecciones presidenciales de 2018 fue de gran en escala. Bajo condiciones en las que literalmente ningún partido o candidato siquiera pretendía hacer campaña instaló “sedes de campaña” en docenas de ciudades, incluyendo en Siberia y en el lejano oriente ruso. En su blog publica casi a diario comentarios y videos de calidad. Se publican docenas de artículos para apoyar y promoverlo en los medios occidentales. Existen pocas dudas sobre la enorme operación en marcha para promover a Navalny en Rusia y a nivel internacional.
Hay una diferencia abismal entre el enorme apoyo que recibe de los medios de difusión occidentales, y especialmente de Estados Unidos, y su casi absoluta falta de popularidad en la propia Rusia. A pesar de la cobertura de los grandes medios de difusión en el occidente, y de los medios de difusión rusos pro opositores, una encuesta reciente indica que solamente el 2 por ciento del electorado votaría a su favor.
Existen buenas razones para esta hostilidad. Navalny no es ni demócrata ni liberal, sino un empresario y accionista contrariado, con inclinaciones fascistas. En muchos niveles, representa la acumulada inmundicia política que brotó a la superficie en Rusia después de la disolución de la URSS en 1991.
Navalny nació en 1976. Su padre era oficial del Ejército Rojo, y su madre, economista y miembra del partido. Creció en varios pueblos militares antes de mudarse a Moscú en la década de 1990 para estudiar. Esa década, traumática para la gran mayoría de los rusos, produjo una bonanza descarada para los ex burócratas estalinistas, miembros del Komsomol y criminales netos. Todos ellos intentaron fervientemente apoderarse de la mayor cantidad posible de la riqueza de las ex empresas del Estado. En cuanto le era posible, la familia Navalny participaba en esta competencia entre criminales por la riqueza y por la influencia de la élite estalinista. A mediados de la década de 1990, sus padres construyen una fábrica de mimbre en el sudeste de Moscú.
Mientras tanto, en la otra punta de la sociedad, la misma hiperinflación que garantizaba ganancias a la minoría de criminales hunde en la pobreza extrema a decenas de millones de personas; muchísimos trabajadores pasaron semanas y meses sin salario. En el fondo de esta restructuración cataclísmica de la sociedad el pequeño Navalny desarrollaba un odio fascista y darwinista hacia la clase trabajadora. En una entrevista reciente expresó “Yo quería una economía de mercado en su forma más malvada; que sobreviva el más fuerte, los demás son simplemente superfluos (en nuzhny)”.
Empieza a trabajar en la bolsa de valores y en una empresa de bienes raíces, pero no le fue bien. Navalny posteriormente recordaría: “Para los fundamentalistas del mercado, como yo, parecía que nos convertiríamos en millonarios. Todo el mundo pensaba que si éramos listos, pronto seríamos ricos... pero de pronto se volvió aparente que los ricos eran los que de alguna manera estaban conectados con el gobierno”.
Podemos asumir que este reconocimiento fue una motivación para involucrarse en la política. Mientras que todavía trabajaba en la bolsa de valores se alineó con el partido “Yaloko” (La Manzana), liberal pro mercado, que ha estado encabezado por varias figuras, notablemente Boris Nemtsov y Garry Kasparov, notorios por sus relaciones de larga duración con el Departamento de Estado de Estados Unidos y la CIA.
La colaboración de Navalny con la ultra-derecha rusa
Desde el principio, Navalny se caracteriza como agresivo defensor de una alianza de la oposición rusa entre los liberales y la ultraderecha. Empieza a participar en la fascista “Marcha Rusa” de 2005. Este evento se realizaba anualmente en el otoño, en Moscú, y atraía una variedad de organizaciones realistas, fascistas, antisemitas, y antiinmigrantes. En 2007 es expulsado de “Yabloko” por simpatizar con la ultraderecha.
Navalny realiza un plan de “frente unido” de la ultraderecha y los “liberales” con el “Movimiento de Liberación Nacional Ruso” o NAROD (El Pueblo), que había co fundado en 2007 junto al nacionalista bolchevique Zakhar Prilepin. De manera típicamente fascista, el programa de NAROD apela tanto al nacionalismo como a los intereses de la pequeña empresa y los propietarios privados.
Navalny pronto se unió al concejo organizador de “Marcha Rusa”. Un video archivado colgado por “Marcha Rusa” en su canal de YouTube muestra a Navalny en una amistosa conversación con Dmitry Diomushkin, un notorio neo nazi y el principal organizador de “Marcha Rusa”. En su descripción, el video anuncia entrenamiento “gratuito” para “batallas a cuchillada” en Rusia.
Un video archivado de la “Marcha Rusa” del 4 de noviembre del 2011 (el día de la unidad rusa) muestra a Navalny frente a un póster intitulado “Rusia nos pertenece”, agitando y gritando a una multitud de realistas y fascistas sobre la corrupción. Refiriéndose al juicio de corrupción contra los oligarcas Boris Berezovsky, un donante importante de la “oposición liberal”, y Abramovich, un oligarca pro Putin, en Londres, Navalny afirmó: “...ellos [los oligarcas] le tienen miedo a un juez de Londres. Pero por alguna razón, no tienen miedo de nadie que esté reunido aquí. ¿Deberían de tener miedo?” La multitud responde a gritos: “¡Sí!”
Navalny: “¿Deberían de tener miedo?”
La multitud: “¡Sí!”.
Navalny: “Este es nuestro país y debemos exterminar a estos ladrones que están bebiendo nuestra sangre y masticando nuestros hígados. ¡Abajo Rusia Unida! ¡Abajo el partido de los criminales y ladrones!”
Antes de concluir Navalny grita: “¡Uno para todos!”. Responde la multitud fascista: “Todos para uno”.
Navalny vuelve a gritar: “Uno para todos”. Los fascistas responden otra vez “Todos para uno”.
Navalny concluye: “Gloria a Rusia. Felices Fiestas”. La multitud repite siguiéndolo varias veces: “Gloria a Rusia”.
Unas semanas después Navalny se convertía en el representante del movimiento de oposición contra Putin que surgió en respuesta a las amañadas elecciones parlamentarias de diciembre de 2011. El movimiento de protesta está dominado por abogados de clase media alta y enfocado en consignas tales como “contra el partido de los criminales y ladrones”, una frase que Navalny acuña durante la “Marcha Rusa”. En su composición política representaba la alianza entre la extrema derecha, los liberales y la pseudo-izquierda, que Navalny fomenta desde hace años.
Mientras que la mayoría de los medios de difusión de Estados Unidos ha mantenido un silencio ensordecedor sobre este asunto Navalny nunca ha retirado su apoyo a la extrema derecha. Así, en 2016 denunció en su blog la prohibición de la “Marcha Rusa” por parte de las autoridades, quejándose de que “en realidad los nacionalistas son una mayor presión [para las autoridades] que los liberales”.
Los lazos de Navalny con imperialismo estadounidense y las élites rusas
No es a pesar de, sino debido a sus lazos tanto con los liberales como con la extrema derecha que Navalny se ha convertido en una figura política atractiva tanto para elementos dentro del Kremlin que están planeando el periodo “post Putin”, como para el imperialismo estadounidense. Es percibido como el candidato perfecto para crear una alianza entre fascistas y oligarcas, así como con secciones de la clase media alta, para un movimiento de derecha contra Putin, que tendría como fin instalar un régimen títere pro-Estados Unidos.
A inicios de la década del 2000, previa a Yeltsin en Moscú, Navalny desarrollaba contactos con la élite actual mediante la organización “¡Da!” (Sí), que formó con Maria Gaidar, la hija de Yegor Gaidar. Éste último fue el autor de la devastadora “terapia de shock ” con que el capitalismo se restableció brutalmente en Rusia a inicios de la década de 1990. Fue un club para las clases charlatanas de Moscú, y atrajo a funcionarios de gobierno, banqueros y a todo aquel que quisiera estar en su posición. Una de los primeros simpatizantes fue Vladislav Surkov, quien es ampliamente considerado uno de los creadores del culto a Putin y todavía es una de las figuras con mayor influencia en el Kremlin.
Según el periodista británico Ben Judah, alrededor de 2009-2010, “un equipo comienza formarse alrededor de Navalny” incluyendo a Evgenia Albats, una importante editora, y Sergei Guriev, uno de los economistas mejor conocidos en Rusia y antiguo aliado del ex-presidente Dmitri Medvedev. Ese equipo comienza a recibir el apoyo de banqueros influyentes como Vladimir Ashuskov, que se formó en la elitista Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos, subsecuentemente se convirtió en su principal aliado político, y quien ahora codirige el “Fondo para combatir la corrupción” de Navalny.
En 2010, Navalny participaba en el programa “Beca Mundo” de Yale, que capacitó a varias figuras de la Revolución Naranja ucraniana de 2004 y el Maidan de 2013/2014. El programa actualmente es dirigido por Emma Sky, quien durante años fue asesora para Estados Unidos de las fuerzas de ocupación en Afganistán e Irak.
Las fuerzas políticas y sociales que Navalny representa son similares a aquellas que llegan al poder en 2014 en Kiev mediante el golpe de estado ultra derechista y con el apoyo de Estados Unidos en Kiev 2014. Su “Alianza del Pueblo” (después renombrada como “Partido del Progreso”) expresa su apoyo hacia Maidan. En enero de 2014, declararon: “Apoyamos y estamos en solidaridad con el luchador pueblo ucraniano por la libertad y por un cambio de gobierno (smena vlasti).… Vemos muchas similitudes en los enfoques y métodos de los gobiernos ucraniano [gobierno bajo Yanukovich] y ruso”.
El programa político de Navalny es reaccionario de arriba a abajo. Entre otras cosas, exige la liquidación del fondo de pensiones estatal y mayor libertad de empresa. Al insistir en visiones de ultraderecha sobre migración, su programa también propone la introducción de un régimen de visas para los países de Asia Central y el Cáucaso, que actualmente conforman el mayor ejército de trabajadores inmigrantes en Rusia. El programa establece: “ Gastarbeiter [un término derogatorio para trabajadores inmigrantes] sólo podrían entrar al país con una visa de trabajo, para [trabajar para] patrones específicos y en un lugar específico, y sólo donde realmente no haya manera de hacer nada sin ellos”.
El programa convoca a concluir la participación de Rusia en Siria y Ucrania y propone una “reconciliación política y económica con los países ricos de Europa”, discutiendo que “Rusia se ha convertido en un país líder en Europa y Asia”.
No obstante, también es notable que Navalny trata de apelar al enorme descontento social que se ha desarrollado en Rusia en los últimos años. Las sanciones occidentales y las enormes inversiones económicas en los esfuerzos de guerra en Ucrania y Siria han resultado en un mayor empobrecimiento tanto de la intelectualidad como de la clase trabajadora. La popularidad de Putin desde 2014 se basaba en el temor de una guerra con Estados Unidos ha declinado; ha habido un incremento significativo de huelgas. Los trabajadores no se deben dejar engañar, sin embargo, por las promesas superficiales de Navalny de elevar el salario mínimo mensual a 25,000 rublos (alrededor de 434 dólares), y las llamadas para que los inversionistas inviertan en infraestructura, que son meramente palabras al aire.
Esto se hace más claro sí uno mira su “equipo de expertos” que le ayudó a elaborar su plataforma política para la campaña electoral. Incluye:
• Sergei Aleksashenko, ex viceministro de finanzas durante la restauración capitalista y jefe del Banco Central de Rusia entre 1995 y 1998. En este puesto, ayudó a introducir legislación de descuentos a corto plazo (GKO), que fue la razón central para que se generara la crisis financiera rusa de 1998. Él mismo ha participado en la enorme especulación y fue forzado a desistir a su cargo en el Banco Central.
• Elena Masolova, inversionista y emprendedora de 33 años.
• Elena Lukyanova, profesora de derecho en la Escuela de Altos Estudios Económicos de Moscú, quien representa al ex-oligarca Mikhail Khodorkovsky entre 2010 y 2014.
• Vladimir Milov, viceministro de energía en el año 2000, y anteriormente colega del antiguo oposicionista pro estadounidense Boris Nemtsov.
La desigualdad en la riqueza en Rusia es la más alta entre los principales países del mundo. En 2016 el 1 por ciento más rico poseía un asombroso 89 por ciento de la riqueza total de Rusia. Sólo el 4 por ciento de la población rusa de 140 millones de personas son dueños de al menos 18,000 dólares y cuentan como clase media. El supuesto programa de Navalny para la redistribución de la riqueza que beneficia a más del 0,1 por ciento más rico es, de hecho, un llamado a la redistribución de la riqueza entre la oligarquía y las sectores de la clase media alta que ven a los oligarcas y oficiales alrededor de Putin como el principal obstáculo para su propio enriquecimiento.
Por último, un componente central del programa de Navalny es la descentralización del poder político en Rusia. Exige una mayor autonomía en asuntos financieros y políticos para las regiones que se han desarrollado una manera muy desigual desde la disolución de la URSS. Mientras que la riqueza rusa está concentrada en Moscú, muchas otras regiones enfrentan situaciones similares a los países más pobres de África y el sur de Asia. En 1990 muchas regiones demandaban mayor autonomía conforme se fueron creando sus propios ejércitos y legislaciones. Por eso no es ninguna coincidencia que Navalny recibe apoyo de tendencias regionalistas y separatistas. Uno de sus seguidores es el periodista Fedor Krasheninnikov, uno de los más conocidos promotores de la ruptura de la federación rusa y de la creación de una “República Ural” independiente.
Combinado con su promoción de un nacionalismo y fascismo étnico ruso en un país que tiene una gran parte de población musulmana mundial y más de 100 diferentes nacionalidades y grupos étnicos, el programa de Navalny equivale a una promoción de la lucha étnica y una ruptura territorial del país.
Si Navalny y sus simpatizantes en la oligarquía rusa y en Washington logran hacer de las suyas, los resultados para la clase trabajadora serán catastróficos. Sus propuestas, que son promovidas, si no dictadas, por Washington, resultarán en una balcanización absoluta de la Federación Rusa, y podrían conducir a guerras civiles y étnicas comparables a la sangrienta guerra Yugoslava de la década de 1990.
La única salida para que la clase trabajadora rusa radica en rechazar todas las formas de nacionalismo, ya sean de Navalny o de Putin. Los trabajadores rusos deben aprehender lecciones de la traición nacionalista de la Revolución de Octubre por parte de la burocracia estalinista y orientarse hacia la clase trabajadora internacional por una lucha unida para poner fin al capitalismo y al sistema de estados nacionales.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de enero de 2018)