Esta es la primera de una serie de dos partes. La segunda fue publicada en inglés el 6 de mayo.
Hace cien años, el 4 de mayo de 1919, miles de estudiantes de 13 colegios y universidades se reunieron en lo que hoy es la Plaza de Tiananmén, en el centro de Beijing, para protestar por el resultado de las conversaciones de paz en Versalles tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Ellos estaban indignados por el toma y daca entre las grandes potencias que cedió la provincia de Shandong a Japón y conservó los tratados desiguales impuestos sobre China. Aquellas habían creado “concesiones”, o enclaves, británicas, francesas e internacionales en ciudades como Shanghái.
La demostración fue el resultado de discusiones y reuniones intensas durante el día y la noche anteriores. Estas presentaron una protesta ya planeada ante las noticias sobre la complicidad del gobierno caudillo de Beijing en el desenlace de las negociaciones. Los estudiantes repartieron copias de un apasionado “Manifiesto de todos los estudiantes de Beijing” que exhortó a la nación a sublevarse “para asegurar nuestra soberanía en asuntos exteriores y deshacernos de los traidores en el país”.
Esta es la última oportunidad de China en su lucha de vida o muerte. Hoy hacemos dos juramentos solemnes con todos nuestros compatriotas: (1) el territorio de China puede ser conquistado, pero no regalado; (2) el pueblo chino puede ser masacrado, pero no se rendirá. Nuestro país está a punto de ser aniquilado. ¡Arriba, hermanos! [1]
Los estudiantes marcharon por las calles cantando consignas antiimperialistas, como “China ha sido condenada a muerte [en la conferencia de París]”, “No a la firma del tratado de paz”, “Boicot a los productos japoneses” y “China pertenece a los chinos”. Denunciaron a los “traidores” projaponeses que eran ministros del gobierno.
Un relato describió la reacción del público:
Los manifestantes impresionaron profundamente al pueblo de Beijing. Muchos espectadores estaban tan emocionados que lloraban mientras permanecían en silencio en las calles y escuchaban atentamente a los estudiantes gritar sus consignas. Muchos espectadores occidentales los recibieron con ovaciones y sacándose o agitando sus sombreros… Niños exploradores y alumnos de escuelas se unieron y distribuyeron folletos. [2]
Con la policía impidiéndoles entrar al barrio de las delegaciones con el fin de hacer un llamamiento de justicia para China a los representantes extranjeros, los estudiantes se dirigieron a la residencia de uno de los tres “traidores” projaponeses. Los estudiantes irrumpieron en la casa y golpearon a varios ocupantes. Se produjeron enfrentamientos con la policía. Varios estudiantes fueron heridos, uno murió más tarde en el hospital, y 32 fueron arrestados y encarcelados en la jefatura de policía.
La protesta desencadenó un amplio movimiento antiimperialista, inicialmente de estudiantes, que también atrajo a la clase obrera y a capas de intelectuales, comerciantes y pobres urbanos, generando huelgas, protestas y un boicot de productos japoneses. La represión policial y los arrestos solo provocaron mayor resistencia.
A principios de junio, el gobierno lanzó una represión masiva contra grupos de estudiantes que hacían campaña en las calles, repartiendo folletos e instando a la gente a comprar productos chinos en lugar de japoneses. Después de los arrestos del 2 de junio, miles de estudiantes salieron a las calles en los días siguientes, algunos con ropa de cama atada a la espalda en preparación para la cárcel. En la noche del 4 de junio, más de mil personas estaban recluidas en prisiones improvisadas en los edificios de una Universidad de Beijing rodeada de tropas.
Los arrestos en masa a comienzos de junio provocaron indignación en toda China. El 5 de junio una huelga comercial paralizó el principal centro industrial de China —Shanghái— en apoyo a unos 13.000 estudiantes en huelga. Las huelgas de trabajadores se propagaron por la ciudad en los días siguientes, con unos 90.000 obreros, según las estimaciones. Las huelgas y protestas se extendieron desde Shanghái a otras ciudades importantes.
Doblegado por el movimiento huelguista, el gobierno de Beijing primero trató de negociar con los estudiantes. Se retiró a la policía y las tropas de los campus universitarios, pero los estudiantes se negaron a dejar la prisión del campus hasta que se aceptaran sus demandas. El gobierno y la policía tuvieron que disculparse. Finalmente, los estudiantes salieron de sus prisiones el 8 de junio “en medio de petardos y vítores, recibidos por una ferviente reunión de masas y un desfile de bienvenida dado por sus compañeros y la ciudadanía”. [3]
El 10 se junio, mientras continuaban las huelgas y protestas, el gobierno anunció la renuncia de los tres ministros projaponeses. Sin embargo, no se cumplió la demanda clave —que China no firmara el Tratado de Versalles. De todas formas, el 24 de junio el gobierno ordenó a la delegación china firmar el documento, aunque fracasaran sus protestas ante las principales potencias. Ante una airada protesta, el presidente se vio obligado a revertir la decisión al día siguiente. El 28 de junio los representantes de China se negaron a unirse a las grandes potencias que firmaron el tratado de paz con Alemania.
Las demostraciones y huelgas fueron parte de un fermento intelectual y político más amplio. Los estudiantes que salieron a las calles el 4 de mayo fueron influidos por las ideas del movimiento de la Nueva Cultura, que sostenía que el fin del sometimiento de China requería la modernización de todos los aspectos de la sociedad, sobre la base de los ideales democráticos y avances científicos en Europa y los Estados Unidos.
Lo que ocurrió fue una revuelta contra la ética, las costumbres, las formas literarias, la filosofía y las instituciones sociales y políticas de la China tradicional. El objetivo principal fue el osificado confucionismo, que era casi una religión estatal. Este proporcionaba la base ideológica para las élites de China al insistir en la obediencia incondicional de los gobernados a los gobernantes, de las mujeres a sus esposos y de hijos a padres.
El movimiento de la Nueva Cultura tenía muchas y diversas vertientes. Sin embargo, tras el movimiento de protesta de mayo y junio, una capa de intelectuales y jóvenes se volcó decisivamente hacia el socialismo y, bajo el impacto de la Revolución de Octubre en Rusia, hacia el marxismo y el bolchevismo.
El Partido Comunista de China (PCCh) fue fundado en julio de 1921, algo más de dos años después de la primera protesta en Beijing. Muchos de sus miembros fundadores fueron jóvenes radicalizados por el movimiento del 4 de mayo. El primer presidente del PCCh, Chen Duxiu, era un hombre de unos 40 y pocos años que imponía respeto dentro y fuera del partido como revolucionario y principal líder intelectual del movimiento de la Nueva Cultura.
Cien años después, el PCCh ha abandonado desde hace tiempo los principios socialistas e internacionalistas sobre los que se fundó y está resucitando las tradiciones chinas asfixiantes contra las cuales se rebelaron los intelectuales y estudiantes a principios del siglo XX. Hoy la burocracia del PCCh usa su aparato de Estado policial para suprimir cualquier crítica o pensamiento independiente en las escuelas y campus universitarios, y está encerrando a estudiantes de la Universidad de Beijing y otras ciudades universitarias por el “crimen” de apoyar las luchas de los trabajadores.
Cualesquiera que sean las ceremonias organizadas por el PCCh para celebrar el 4 de mayo, ellas estarán diseñadas, sobre todo, para encubrir y negar las lecciones políticas cruciales que el aniversario tiene hoy para los jóvenes y los trabajadores.
Las raíces del movimiento del 4 de mayo
Las raíces del movimiento del 4 de mayo están en el fracaso de la revolución china de 1911, liderada por Sun Yat-sen. El movimiento derrocó a la decrépita dinastía Manchú, pero no pudo conseguir sus objetivos —unidad nacional e independencia, una república democrática y bienestar social para el pueblo, incluida la tierra para los campesinos.
El resultado demostró la incapacidad orgánica de la clase a la que Sun representaba —la burguesía china emergente— para cumplir con sus tareas históricas debido a sus lazos con los terratenientes en el campo y su subordinación a las potencias imperialistas en la escena mundial.
La sociedad china fue devastada por la crisis durante más de un siglo, agravada por la influencia corrosiva de las invasiones extranjeras. El Reino Unido y Francia libraron dos guerras del opio, en 1842 y 1858, contra la menguante dinastía Manchú, que intentó bloquear sus grandes ventas de opio en China, diseñadas para asegurar el superávit comercial permanente de aquellos. Las potencias europeas también establecieron los puertos del tratado y las “concesiones”, donde regía la extraterritorialidad, los extranjeros no tenían que cumplir con la ley china y estaban exentos del pago de sus impuestos.
La respuesta de la corte manchú a estas derrotas y exacciones extranjeras fue imponer nuevas cargas, sobre todo al campesinado que constituía la mayor parte de la población y sustentaba a la economía china. La ruina del campo fue agravada por una inundación de productos extranjeros baratos que destruyó a las industrias artesanales locales. Las condiciones opresivas provocaron revueltas rurales, incluida la Rebelión Taiping, que emergió de un oscuro culto neocristiano en 1850 y se convirtió en una tormenta que azotó al país y fue aplastada recién en 1865 con la ayuda de tropas extranjeras.
La derrota de China a manos del imperialismo japonés en 1895 fue un duro golpe. Intensificó el debate sobre cómo resistir la división y dominación foránea del país. Pero los intentos de reformar a la decrépita dinastía Manchú y transformar la maquinaria arcaica del gobierno quedaron en la nada. La Reforma de los Cien Días, en 1898, con el joven emperador Guangxu, fue terminada de forma abrupta por la emperatriz viuda Cixi. Ella puso en prisión a su sobrino y ejecutó o encarceló a los asesores reformistas de aquel.
Los días de la dinastía Manchú estaban contados. A principios de siglo la emperatriz viuda trató de manipular a una nueva revuelta de una organización secreta (llamada la Sociedad de los Puños Justos y Armoniosos, que surgió en el norte de China), dirigiéndola contra las potencias extranjeras. Las tropas extranjeras suprimieron el levantamiento de los bóxers, y los vencedores efectuaron nuevas imposiciones contra China.
Sun Yat-sen cobró importancia ante el fracaso de todos los intentos de reformar a la dinastía Manchú. Si bien él abogaba por la revolución, no hizo ningún intento de construir un movimiento político masivo, y participó en actividades conspirativas con pequeños ataques armados o acciones terroristas contra funcionarios manchúes individuales.
En 1911 la dinastía Manchú prácticamente colapsó. El gobierno imperial estaba en el borde de la bancarrota tras décadas de saqueo de las grandes potencias. Políticamente, estaba totalmente desacreditado como resultado de la anexión extranjera de territorio chino en la forma de colonias, como Hong Kong y Taiwán, y de las “concesiones” extraterritoriales.
Cuando la dinastía Manchú finalmente prometió una reforma constitucional ya era tarde. Sectores significativos de la burguesía, la burocracia y los militares chinos habían acudido a Sun Yat-sen. El 10 de octubre de 1911 miles de soldados en Wuchang, en la provincia de Hubei, organizaron una rebelión y proclamaron una república. La revuelta se extendió rápidamente por muchas provincias chinas, pero la falta de un genuino movimiento de masas dejó intactos a los intereses creados.
Sun fue proclamado presidente provisional de una “República de China” libremente federada, pero, al carecer de una base social significativa propia, transigió con el antiguo aparato militar y burocrático. Bajo la presión de las potencias imperialistas, aquel entregó la presidencia al último primer ministro de la dinastía Manchú, Yuan Shikai, quien desechó la constitución y disolvió el parlamento.
El movimiento de la Nueva Cultura
En mayo de 1915 Yuan provocó una ola de protestas y oposición cuando su gobierno aceptó las 21 demandas humillantes de Japón que le dieron el control efectivo de grandes franjas de China, incluidos Manchuria y Mongolia Interior. La hostilidad pública creció cuando, en diciembre de 1915, él se hizo “elegir” emperador de China por parte de su amañada Asamblea Nacional del Pueblo.
La mayoría de las provincias sureñas de China bajo el liderazgo de Sun Yat-sen declararon su independencia del gobierno de Beijing y, cuando sus partidarios desertaron, Yuan expresó su intención de abandonar el monarquismo. Este murió en junio de 1916, dejando una China fracturada y gobernada por caudillos rivales, cada uno apoyado por las potencias extranjeras que competían entre sí.
En 1915, en medio de la crisis política, Chen Duxiu, que participó en la revolución de 1911 y en una revuelta en 1913 contra el régimen de Yuan, retornó a Shanghái desde el exilio en Japón. Fundó la revista Nueva Juventud, que resultó un imán poderoso para la nueva generación de estudiantes. Fue una de las publicaciones pioneras en el chino vernáculo, en lugar del chino clásico y académico que era casi inaccesible para la población.
Nueva Juventud fue un llamamiento enérgico. Chen proclamó que la tarea de la nueva generación era “luchar contra el confucionismo, la vieja tradición de la virtud y los rituales, la vieja ética y la vieja política… el viejo aprendizaje y la vieja literatura”. El Sr. Confucio, declaró Chen, debía ser reemplazado por la Sra. Democracia y la Sra. Ciencia.
Las extensas revueltas rurales en China —incluidas las rebeliones de Taiping y las de los bóxers— se apoyaron principalmente en supersticiones, cultos religiosos y sociedades secretas. Sun Yat-sen promovió los ideales de una república democrática, pero explotó el racialismo chino han contra los manchúes o los gobernantes manchurianos.
Sin embargo, Chen se inspiró intelectualmente en la Ilustración europea y las tradiciones democráticas enunciadas en las revoluciones del siglo XVIII en Francia y los Estados Unidos. Escribió en Nueva Juventud en 1915:
Debemos derribar los viejos prejuicios, la vieja forma de creer en las cosas como son, antes de que podamos comenzar a esperar el progreso social. Debemos descartar nuestras viejas costumbres. Debemos fusionar las ideas de los grandes pensadores de la historia, viejos y nuevos, con nuestra propia experiencia, construir nuevas ideas en política, moral y vida económica. [4]
En su trabajo seminal, La tragedia de la revolución china, Harold Isaacs describió el llamamiento de Chen a la juventud como “el manifiesto inaugural de la era de la segunda revolución china” —las revueltas políticas y el fermento iniciados con el movimiento de protesta y huelga de 1919, que condujo al levantamiento revolucionario en toda la nación en 1925, traicionado de manera trágica en 1927. Isaacs explicó el impacto de Nueva Juventud:
La revista de Chen fue recibida con entusiasmo por los estudiantes en todas las escuelas y universidades del país. Cuando se publicó, un estudiante escribió, ‘llegó a nosotros como un trueno que nos despertó en medio de un sueño agitado… No sé cuántas veces se reimprimió este primer número, pero estoy seguro de que se vendieron más de 200.000 ejemplares’. Alimentó la iconoclasia impulsiva de los jóvenes. Le dio dirección al estado de inquietud y desasosiego que dominaba a todas las clases en la población. Fue un llamamiento a la acción que provocó una respuesta inmediata. [5]
A fines de 1916, frente a una creciente oposición popular, el gobierno designó rector de la Universidad de Beijing al destacado educador liberal Cai Yuanpei. Cai hizo que la universidad pasara de ser un bastión de tradición conservadora a un semillero de pensamiento y debate intelectual progresista. A principios del año siguiente, él llevó a Chen a la universidad como decano de la Facultad de Letras. Se le unieron otros líderes intelectuales, incluido Li Dazhao, que fue nombrado bibliotecario jefe en febrero de 1918 y se convirtió en un colaborador cercano de Chen. Mao Zedong, de 25 años, fue uno de los asistentes de Li.
Chen y Li ayudaron a incentivar a un grupo de estudiantes que produjo su propia revista mensual, Nueva Marea, publicada por primera vez en enero de 1919. Muchos se convertirían en líderes estudiantiles prominentes en las protestas que estallaron el 4 de mayo. Los grupos de Nueva Marea se vieron influidos por muchas corrientes intelectuales, pero la Revolución rusa ya hacía sentir su presencia. Un colaborador del primer número, Lo Chia-lun, declaró que la Revolución de Octubre de 1917 era la nueva marea mundial del siglo XX.
Continuará
1. Chow Tse-tsung, The May Fourth Movement: Intellectual Revolution in Modern China, Stanford University Press, 1967, págs. 106–7.
2. Ibíd, pág. 109.
3. Ibíd, pág. 160.
4. Harold R. Isaacs, The Tragedy of the Chinese Revolution, Stanford University Press, segunda edición revisada, 1961, pág. 53.
5. Ibíd, pág. 54.
(Publicado originalmente en inglés el 4 de mayo de 2019)