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Perspectiva

La imputación de Donald Trump: una distracción políticamente ruinosa

El expresidente Donald Trump deja Trump Tower, 10 de agosto de 2022, Nueva York, en camino a la oficina del fiscal general de Nueva York para una citación en una investigación civil [AP Photo/Julia Nikhinson]

Se espera que Donald Trump se entregue el martes para que le lean los cargos de un gran jurado neoyorquino, presuntamente relacionados con pagos hechos en nombre de Trump a una exactriz porno. La presentación de los primeros cargos contra un expresidente estadounidense inicia una nueva etapa en la degradación de la política estadounidense.

La imputación no incluye nada relevante en materia democrática. En cambio, el Partido Demócrata ha elegido concentrarse en la cuestión más débil e inconsecuente posible. Trump está siendo acusado de falsificar la naturaleza de los pagos a la actriz porno Stormy Daniels en 2016, antes de volverse presidente. Estos pagos se hicieron a través del sobornador de Trump por mucho tiempo, Michael Cohen, quien se convirtió en testigo del Gobierno.

El fiscal distrital de Manhattan, Alvin Bragg, presuntamente planea elevar este cargo, que es un delito leve cuyo plazo de prescripción ya se venció, y convertirlo en un delito grave, argumentando que los registros empresariales fueron falsificados para encubrir una donación ilegal a la campaña de Trump, presuntamente el dinero de Cohen para pagarle a Daniels.

El carácter tenue y complicado de los cargos han generado preocupaciones en sectores del propio Partido Demócrata. El Washington Post indicó en su editorial del viernes que le preocupaba que, “de la larga lista de presuntos delitos, un gran jurado en el estado de Nueva York votó imputarlo cargos que quizás sean los menos convincentes”.

La decisión de los demócratas de concentrarse en esta cuestión fortalecerá el ala fascistizante del Partido Demócrata e incluso le ofrecerá a Trump la oportunidad de presentarse como un mártir. Trump ya está denunciando la “caza de brujas política” y los republicanos se están alineando detrás del expresidente. El exvicepresidente Mike Pence, que ha sido presentado por los demócratas como un dechado de democracia, dijo que la imputación era “un escándalo”.

Esta imputación no tiene nada que ver con los muchos crímenes graves de los que Trump es claramente culpable, ante todo, la insurrección fascistizante del 6 de enero de 2021 que intentó anular los resultados de las elecciones de 2020 y establecer una dictadura presidencial. El Washington Post señaló que “un enjuiciamiento fallido sobre sobornos a cambio de silencio podría poner en riesgo” todas las demás investigaciones sobre las acciones de Trump.

De hecho, esta podría ser la intención de parte de la cúpula del Partido Demócrata. Ciertamente concuerda con el objetivo declarado por el Gobierno de Biden de “mirar hacia el futuro” en vez del pasado, como parte de los esfuerzos de Biden para establecer un consenso bipartidista para intensificar la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia y los preparativos de guerra contra China.

Durante la presidencia de Trump, todo el enfoque del Partido Demócrata fue una combinación de servilismo y complicidad. Su oposición a Trump se centró casi por completo en cuestiones de política exterior, particularmente en Ucrania y la exigencia de una política más agresiva contra Rusia, el foco del primer juicio político contra Trump en 2019.

Los demócratas respondieron al golpe del 6 de enero con dejadez y encubrimientos. Tras el fracaso del golpe, no por alguna acción de su parte, la respuesta inmediata de la Administración de Biden fue exculpar al Partido Republicano y a sus líderes e ignorar por completo el papel de sectores del ejército y la policía en el golpe.

El segundo juicio político para destituir a Trump en febrero de 2021, que se basó en la acusación de haber incitado una insurrección, fue un asunto meramente formal celebrado durante cuatro días, en los que los demócratas ni siquiera se molestaron en llamar a testigos. Las diversas audiencias del Congreso sobre el golpe fascistizante, más alla de los hechos y detalles que hayan revelado, no han llegado a ninguna parte. Al final, solo han sido procesados pequeños actores.

Los demócratas se centraron primero en los “secretos de Estado”, en relación con las acusaciones de que Trump se llevó documentos clasificados de la Casa Blanca a su complejo turístico de Mar-a-Lago, y ahora en las acusaciones de un pago a cambio de silencio para suprimir un escándalo sexual. Estas cuestiones atraen a dos de los principales componentes de la base del Partido Demócrata: el aparato militar, estatal y de inteligencia y las capas acomodadas de la clase media que se obsesionan sin descanso en cuestiones de identidad racial y de género.

La acusación contra Trump por el pago a Daniels no tiene nada que ver con educar a la población sobre los peligros reales que plantea la transformación fascistizante del Partido Republicano. Más bien, es un circo político que busca distraer de cuestiones de gravedad mortal. El “debate nacional” se va a centrar ahora, con la ayuda de los medios de comunicación, en si Trump pagó o no a una actriz para encubrir una aventura.

Mientras que un juicio a Trump sobre esta base puede vigorizar la base de apoyo en la clase media-alta del Partido Demócrata, la clase trabajadora lo verá con indiferencia. Los republicanos sacarán partido de la evidente hipocresía de los demócratas en estos asuntos, cuyos propios líderes, incluido Clinton, estuvieron implicados en el escándalo de Jeffrey Epstein.

Mientras que los demócratas han tratado de mantener la unidad “bipartidista” para la guerra, detrás de la imputación están las continuas e intensas divisiones dentro de la clase dominante, aceleradas por una serie de crisis económicas, geopolíticas e internas a las que se enfrenta el capitalismo estadounidense.

El ejecutivo estadounidense ha estado sumido en crisis durante más de medio siglo, remontándose al menos hasta el asesinato de John F. Kennedy hace 60 años. Dado que la Casa Blanca es la cabina de mando del Estado capitalista de seguridad nacional y de la planificación de guerras imperialistas, ha sido el punto focal de conspiraciones contra los derechos democráticos (como la crisis del Watergate de 1972-74 y el escándalo Irán-Contra de 1986-87) y de amargos conflictos dentro de la propia clase dominante. Los republicanos utilizaron un escándalo sexual en su intento fallido de desalojar a Clinton de la Casa Blanca.

Tanto la crisis de Watergate como el escándalo Irán-Contra fueron seguidos de amplias audiencias públicas e incluso de acusaciones penales contra altos cargos de las Administraciones de Nixon y Reagan, aunque los presidentes quedaron exentos de las consecuencias legales de sus delitos. No ha habido ninguna investigación comparable sobre el golpe del 6 de enero, que tuvo un nivel de criminalidad mucho mayor que la participación de Nixon en el allanamiento de la sede del Comité Nacional Demócrata y la autorización por parte de Reagan de que se violara una ley aprobada por el Congreso.

Las cuestiones suscitadas en el golpe del 6 de enero podrían sacar a la luz no solo la criminalidad de Trump, sino el alcance de una conspiración antidemocrática mucho más amplia, que llegó hasta las más altas esferas del ejército. Los demócratas se han opuesto a esto porque temen mucho más el desarrollo de la oposición popular desde abajo que las conspiraciones de los fascistas que dominan el Partido Republicano.

La clase obrera no debe dejarse engañar por esta distracción políticamente ruinosa de las cuestiones fundamentales de la guerra, la desigualdad social y el crecimiento de la reacción política. Independientemente del resultado de la imputación, las conspiraciones fascistizantes continuarán.

El antídoto contra la mugre y la podredumbre de todo el sistema político es el desarrollo de la lucha de clases, que está emergiendo con fuerza en Estados Unidos y en todo el mundo. El Gobierno de Biden, sacudido por la crisis, se apoya en los republicanos para proseguir la guerra en el extranjero y reprimir la lucha de clases en casa.

El Partido Socialista por la Igualdad se opone a las políticas fascistizantes de Trump y el Partido Republicano con base en la organización independiente de la clase obrera, en oposición tanto a los demócratas como a los republicanos, y la lucha por una alternativa socialista al capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 29 de marzo de 2023)

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