La matanza deliberada a manos del régimen israelí de al menos 45 personas desplazadas en un campamento de carpas en Rafah representa otro acto más de barbarie en este genocidio contra los palestinos. Docenas de hombres, mujeres y niños que ya habían huido múltiples veces en los últimos meses, fueron masacrados y mutilados en una tormenta de fuego creada por misiles estadounidenses disparados por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
El bombardeo del domingo fue una respuesta directa del Gobierno fascistizante del primer ministro Benjamín Netanyahu a la orden presentada el viernes por la Corte Internacional de Justicia exigiendo un fin de la intervención militar israelí en Rafah. El régimen sionista quiere dejar en claro que no acata el derecho internacional. Considera que puede actuar de manera tan provocadora porque está completamente seguro del apoyo incondicional de las potencias imperialistas, ante todo de EE.UU., para su “solución final” a la cuestión palestina.
El ataque se llevó a cabo “con municiones precisas y sobre la base de información de inteligencia precisa”, afirmaron las Fuerzas de Defensa de Israel. Su declaración señalaba sin rodeos que los militares sabían que “varios civiles de la zona resultaron heridos. El incidente está siendo revisado”.
La “munición de precisión” más utilizada por las FDI en Gaza son armas equipadas con kits de bombas Joint Direct Attack Munition (JDAM) de producción estadounidense, que transforman las armas estándar en municiones guiadas por GPS. La empresa aeroespacial estadounidense Boeing aceleró el envío de al menos 1.800 de estos kits a Israel en octubre de 2023, cuando el genocidio del régimen de Netanyahu estaba en marcha. Desde entonces, han desempeñado un papel fundamental en la matanza de más de 36.000 palestinos, la cifra oficial de muertos actual.
El barrio de Tal as-Sultan, en el oeste de Rafah, donde se encontraba el campamento, se supone que era una “zona segura” para los civiles palestinos. Según la Media Luna Roja Palestina, muchas víctimas fueron “quemadas vivas” en sus tiendas. Se estima que 249 personas resultaron heridas en el ataque, que según testigos presenciales incluyó al menos ocho misiles. Un superviviente, que logró llegar al hospital de Kuwait, declaró: “Los ataques aéreos quemaron las tiendas, las tiendas se están derritiendo y los cuerpos de la gente se están derritiendo”.
Con el sistema sanitario de Gaza colapsado tras meses de repetidos ataques del régimen israelí, muchos de los heridos no sobrevivirán. Un médico, que habló con Al Jazeera tras regresar a Gran Bretaña de una misión de ayuda en Gaza, declaró que los hospitales del enclave están proporcionando “medicina medieval” a los pacientes. “Es lo que escuchas y lees sobre lo que estaba ocurriendo en Europa hace quizá 300, 400 años”, comentó el Dr. Khaled Dawas, jefe de Cirugía Gastrointestinal del University College de Londres. Añadió que los palestinos heridos suelen evitar ir al hospital porque “significa prácticamente una sentencia de muerte”.
Un día después de la masacre, el director del hospital kuwaití de Rafah, donde fueron atendidos muchos de los heridos, anunció el cierre del centro debido a los ataques israelíes. Ese mismo día, dos trabajadores sanitarios murieron en un ataque contra las puertas del centro. El hospital al-Aqsa de Deir el-Balah también iba a suspender todos sus servicios debido a la falta de combustible causada por un bloqueo de las FDI que se inició el mismo día de la masacre del campo de refugiados.
Esta última atrocidad tiene las huellas de la Administración de Biden. La embestida de las FDI contra Rafah se ha prolongado durante las últimas tres semanas después de que la Casa Blanca le diera luz verde. Apenas dos semanas antes de que Israel atacara Rafah, Biden firmó un proyecto de ley de asistencia militar suplementaria aprobado con apoyo bipartidista que incluía 26.000 millones de dólares para Israel.
Biden ha afirmado que Israel está haciendo “todo lo posible para garantizar la protección de los civiles”, mientras que el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, insistió en que el asalto de las FDI “no ha implicado grandes operaciones militares en el corazón de densas zonas urbanas”. Esta línea se ha mantenido incluso cuando más de 800.000 personas han huido de la ciudad. Del mismo modo, los funcionarios del Gobierno siguen afirmando que matar a civiles en Rafah es una “línea roja”, incluso cuando las FDI lo hacen todos los días con impunidad.
Las mentiras de la Administración de Biden de que no se están llevando a cabo operaciones “importantes” en Rafah y de que se opone a matar civiles no son más creíbles que el intento de Netanyahu el lunes de presentar el bombardeo del campo de refugiados como un “trágico error.” Lo cierto es que, por horrible que fuera la masacre del domingo, forma parte de un patrón de ataques sistemáticos contra civiles indefensos por parte de las FDI.
Desde el bombardeo del hospital al-Ahli, en el que murieron más de 500 personas, hasta el asalto del hospital al-Shifa y la destrucción de Jan Yunis, millones de trabajadores y jóvenes conocen demasiado bien la brutalidad del régimen de Netanyahu y de lo que es capaz con el respaldo imperialista.
Los Gobiernos imperialistas de Estados Unidos y Alemania, los dos proveedores de armas más importantes de Israel, reiteraron su respaldo al régimen sionista tras la masacre del domingo. Haciendo eco de la propaganda del Gobierno israelí, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, dijo:
Israel tiene derecho a ir tras Hamás, y todos entendemos que este ataque mató a dos terroristas de alto rango de Hamás, responsables de ataques contra civiles israelíes.
El portavoz del Gobierno alemán, Steffen Hebestreit, calificó el ataque como un “error”, repitiendo las palabras de Netanyahu. Hebestreit también señaló que el ejército israelí había puesto en marcha una investigación para determinar lo sucedido, y añadió, según Der Spiegel:
Primero investiguen lo sucedido y luego juzguen. Y no juzguen inmediatamente basándose en imágenes.
En otras palabras, dejemos que los asesinos investiguen la escena del crimen y oculten cualquier prueba que los implique antes de decir nada al respecto.
No es necesaria ninguna “investigación” para determinar el motivo de la masacre del domingo. Los funcionarios gubernamentales y militares israelíes han afirmado repetidamente desde que comenzó el genocidio que su plan es la limpieza étnica de palestinos en Gaza, asesinándolos, matándolos de hambre u obligándolos a huir del enclave, para que Israel pueda apoderarse del territorio. El régimen sionista considera a los habitantes de Gaza “animales humanos”, como dijo en octubre el ministro de Defensa Yoav Gallant. El ministro fascista de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, quien recientemente declaró que le gustaría vivir en Gaza, celebró la matanza del domingo con una publicación en las redes sociales instando a intensificar los ataques: “Rafah con toda la fuerza”.
Las potencias imperialistas apoyan esta barbarie porque ven el genocidio de Gaza como un componente crítico de sus planes para repartirse el mundo mediante una Tercera Guerra Mundial que se intensifica rápidamente.
La misma indiferencia ante la salvaje masacre de seres humanos en Gaza por las FDI, con su interminable suministro de bombas fabricadas en EE.UU. se muestra en Ucrania, donde EE.UU. y sus aliados de la OTAN han sacrificado a unos 500.000 ucranianos en una guerra de saqueo imperialista.
No en vano, el presidente republicano de la Cámara de Representantes de EE.UU., Mike Johnson, respondió a la solicitud del fiscal jefe de la Corte Penal Internacional de órdenes de detención contra Netanyahu y Gallant la semana pasada, reclamando: “Si se permite que la CPI amenace a dirigentes israelíes, los nuestros podrían ser los siguientes”.
La lección clave que hay que extraer tras la masacre del campo de refugiados de Rafah es que los llamamientos a los poderes establecidos, ya sea a los Gobiernos imperialistas, a Naciones Unidas o a los tribunales internacionales, para que “detengan el genocidio” caerán en saco roto. Los millones de trabajadores, estudiantes y jóvenes que se han unido a las protestas y encampes contra el genocidio en los últimos meses en todo el mundo deben dirigirse a la clase obrera internacional, la única fuerza social capaz de liderar una auténtica lucha para detener el genocidio contra los palestinos.
La movilización política masiva de la clase obrera, que produce toda la riqueza de la sociedad, es la única forma de detener en seco a los criminales de guerra israelíes y a sus cómplices imperialistas. Mientras en todos los países se dice a los trabajadores que acepten ataques radicales a las condiciones y los servicios públicos para pagar el militarismo, la guerra y el genocidio, existe una poderosa base para unir a los trabajadores en la lucha para detener la producción y entrega de todo el equipo militar imaginable a Israel y a las potencias militares aliadas en Norteamérica y Europa. La lucha por construir este movimiento, que requiere armar a la clase obrera con un programa socialista para derrotar la barbarie capitalista, es la tarea más urgente de todos los que quieren poner fin al genocidio en Gaza.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de mayo de 2024)