El martes, el presidente electo estadounidense Donald Trump sostuvo una rueda de prensa supuestamente sobre políticas económicas, en la que amenazó con usar fuerza militar para anexar el canal de Panamá y Groenlandia. Se comprometió a anexar Canadá por medio de presiones económicas y obligar a Europa a duplicar su gasto militar para recibir la “protección” de Estados Unidos.
“Vamos a cambiar el nombre del golfo de México al golfo de América”, dijo Trump. Cuando se le preguntó si consideraría el uso de la “coerción militar” para anexar Panamá y Groenlandia, Trump respondió que lo haría, y agregó: “Los necesitamos para la seguridad económica”.
Cuando un periodista le pidió que explicara sus referencias anteriores a Canadá como el “estado número 51”, Trump redobló sus amenazas anexionistas, suplicando “deshacerse de esa línea trazada artificialmente” entre Canadá y Estados Unidos.
Trump también se negó a descartar un ataque estadounidense a gran escala contra Irán y amenazó con librar una guerra en todo Oriente Próximo a menos que los palestinos renuncien a la resistencia a Israel, diciendo: “Todo el infierno se desatará”.
Durante las elecciones, Trump intentó resonar con la oposición popular a la guerra de Ucrania, acusando a Biden de comenzar la “Tercera Guerra Mundial” y destacando la disminución masiva de los niveles de vida de los trabajadores en medio de una espiral del costo de la vida intensificada por las guerras contra Rusia y en Oriente Próximo.
Ahora que está a punto de asumir la presidencia, Trump está dejando en claro los verdaderos objetivos de su Administración, que se dedicará a librar guerras a una escala sin precedentes. Su crítica a la guerra en Ucrania se debe a conflictos tácticos dentro de la clase dominante. Como lo demuestra su amenaza de que “todo el infierno se desatará” en Oriente Próximo, su Gobierno se caracterizará por crisis y una guerra global cada vez mayores.
En su afán de hegemonía global, para el Gobierno de Trump es crítico reorganizar las Américas bajo el dominio directo de los Estados Unidos, siguiendo el modelo de Hitler del Anschluss (unificación) de Austria y Alemania en 1938. Trump está tratando de apuntalar el poderío estadounidense en su entorno cercano, que considera esencial para proyectar el poder contra el principal rival del imperialismo estadounidense: China.
Canadá y Groenlandia, con sus importantes recursos minerales, depósitos de energía y acceso a las vías marítimas del Ártico, son fundamentales para este esfuerzo, al igual que el Canal de Panamá, que conecta los océanos Atlántico y Pacífico.
Trump está declarando que la era en la que las operaciones del militarismo estadounidense estarán sujetas a cualquier restricción legal o la hoja de parra del “derecho internacional” ha terminado. A partir de ahora, es la ley de la selva en la que “los fuertes hacen lo que quieren y los débiles sufren lo que deben”.
Los comentarios de Trump son la sentencia de muerte de todas las afirmaciones de que la era imperialista ha terminado. El imperialismo, como explicó el revolucionario ruso y teórico marxista Vladimir Lenin, constituye la etapa más alta del capitalismo. La concentración masiva de la riqueza en manos de una pequeña oligarquía financiera y la dominación de la vida económica por parte de monopolios es inseparable de la búsqueda de anexiones y control colonial.
La segunda presidencia de Trump es la consumación de más de tres décadas de guerras imperialistas continuas tras la disolución de la Unión Soviética. El objetivo de estos conflictos era garantizar la hegemonía económica y militar de los Estados Unidos. George H.W. Bush proclamó el “Nuevo Orden Mundial” en el que no habría restricciones a la desenfrenada dominación imperialista estadounidense del mundo.
Durante las décadas siguientes, Estados Unidos invadió Irak dos veces, dividió Yugoslavia en pequeños Estados, invadió y ocupó Afganistán, desestabilizó y derrocó los Gobiernos de Libia y Siria, provocó una guerra con Rusia por Ucrania y se encuentra en medio de la reorganización de Oriente Próximo a través de la guerra y el genocidio.
A lo largo de este período, Estados Unidos maquilló sus objetivos esencialmente depredadores en el lenguaje de los “derechos humanos” y la “autodeterminación nacional”, o, como lo hizo George W. Bush al lanzar la guerra contra el terrorismo, como una respuesta al “terrorismo”. Pero Trump está prescindiendo de cualquier pretensión altruista o defensiva para las operaciones del imperialismo estadounidense. Estados Unidos tiene el mayor poderío militar y económico, y lo ejercerá para extraer lo que es esencialmente un tributo imperial de sus “aliados”, junto con expansionismo y anexiones.
Las diatribas de Trump sobre anexar Groenlandia, Panamá y Canadá y obligar a los aliados europeos de Estados Unidos a pagar dinero por apadrinamiento se presentaron en el marco de una disputa global, particularmente contra China.
En esto, la conferencia de prensa de Trump corroboró las palabras de un asesor, quien explicó al Washington Post la lógica detrás de sus amenazas. El Post escribió: “Una misión general de contrarrestar a Rusia y China es el hilo común que une los comentarios de Trump sobre Canadá, México, Groenlandia y Panamá”.
Ryan Berg, analista del grupo de expertos CSIS, dijo al Post: “Existe preocupación por la influencia china sobre el canal y la seguridad de las operaciones estadounidenses”, y agregó: “Podría ser una de las principales rutas para desplegar buques navales estadounidenses desde el Atlántico hasta el Pacífico en una situación de contingencia en la que tenemos intereses de seguridad nacional, como Taiwán”.
Confirmando esta evaluación, Trump declaró en su conferencia de prensa: “China dirige el canal de Panamá”. Agregó: “El canal de Panamá fue construido para nuestros militares”.
Trump también confirmó el informe publicado en el Financial Times en diciembre de que su amenaza de cortar la ayuda militar a Ucrania procura hacer que los aliados de la OTAN de Estados Unidos dupliquen su gasto militar.
El FT informó que Trump “exigirá a los Estados miembros de la OTAN que aumenten el gasto en defensa al 5 por ciento del PIB, pero planea continuar suministrando ayuda militar a Ucrania”.
Trump declaró en su conferencia de prensa: “A Europa le espera una pequeña fracción del dinero de ahora... Dije, tienen que pagar sus cuentas... Creo que la OTAN debería tener el 5 por ciento... deberían estar al 5 por ciento, no al 2 por ciento... Si no pagamos nuestras cuentas, ¿nos protegerá Estados Unidos de Rusia?... si no pagas, quiere decir que estás en mora. ... Si eres delincuente, no te protegeremos”.
Trump presenta su política hacia Europa en forma de un apadrinamiento de protección, donde la guerra global contra Rusia y China es el marco para extorsionar tributos de los “aliados” de Estados Unidos, que cada vez más son tratados como Estados vasallos.
La conferencia de prensa de Trump confirma la evaluación hecha por el revolucionario ruso León Trotsky en 1928:
En el período de crisis, la hegemonía de los Estados Unidos operará de manera más completa, más abierta y despiadada que en el período de auge. Estados Unidos buscará superar y liberarse de sus dificultades y enfermedades principalmente a expensas de Europa, independientemente de si esto ocurre en Asia, Canadá, América del Sur, Australia o la propia Europa, o si esto ocurre pacíficamente o mediante la guerra.
Trotsky advirtió posteriormente, en 1934:
El capitalismo norteamericano se enfrenta a los mismos problemas que en 1914 empujaron a Alemania por el camino de la guerra. ¿Está dividido el mundo? Hay que redividirlo. Para Alemania se trataba de “organizar Europa”. Estados Unidos tiene que “organizar” el mundo. La historia está enfrentando a la humanidad con la erupción volcánica del imperialismo norteamericano.
Las palabras de Trotsky son aún más oportunas ahora que cuando fueron escritas. La “erupción volcánica” del imperialismo estadounidense será al mismo tiempo una erupción de la guerra de clases. La clase trabajadora tendrá que pagar por la guerra económica y militar de Trump, y los trabajadores serán los enviados a luchar y morir, ya sea en Panamá, México, Ucrania o Taiwán.
Es por esta razón que la lucha contra la guerra y la lucha por defender los derechos democráticos deben basarse en la lucha de la clase trabajadora por defender sus intereses sociales y económicos sobre la base de un programa socialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de enero de 2024)