En todo Estados Unidos, se espera que cientos de miles de personas se manifiesten el sábado en oposición al Gobierno de Trump. Las protestas se están llevando a cabo en ciudades de todo el país, como parte de un estado de ánimo más amplio de desafío e ira entre los trabajadores y los jóvenes.
Millones están horrorizados por los ataques contra los inmigrantes, el asalto a la libertad de expresión y la guerra genocida en Gaza, y quieren contraatacar. Pero la determinación de resistir debe guiarse por una comprensión clara de lo que está sucediendo, cuáles son sus orígenes y qué se debe hacer para detenerlo.
La situación debe plantearse con absoluta claridad: el Gobierno de Trump está procediendo sistemática y deliberadamente para establecer una dictadura. Está implementando un programa fascista destinado a abolir los derechos democráticos básicos, consolidar un poder ejecutivo irrestricto y aplastar a toda la oposición. Esto se dirige, sobre todo, contra la clase trabajadora. Lo que se está probando hoy contra estudiantes e inmigrantes se utilizará mañana para reprimir a los trabajadores en huelga, y la oposición social y disidencia política de todas las formas.
En las universidades de todo el país, ya está en marcha un reinado de terror. Los manifestantes pacíficos están siendo vigilados, capturados, detenidos y deportados por oponerse al genocidio respaldado por Estados Unidos en Gaza. Bajo el programa de vigilancia por inteligencia artificial llamado “atrapar y revocar”, el Departamento de Estado monitorea las publicaciones y declaraciones públicas de los estudiantes en las redes sociales para identificar sus blancos.
Momodou Taal, candidato a doctorado en Cornell, se vio obligado a abandonar el país esta semana después de que agentes federales intentaran detenerlo por impugnar las órdenes ejecutivas de Trump en los tribunales. Mahmoud Khalil, estudiante de posgrado de Columbia y residente permanente legal, permanece bajo custodia de ICE. Otros, incluida la académica Fulbright, Rumeysa Öztürk, han sido secuestrados a plena luz del día por agentes federales enmascarados.
El Gobierno de Trump ha invocado la Ley de Enemigos Extranjeros, un estatuto de guerra nunca antes utilizado de esta manera, para llevar a cabo deportaciones masivas y la expulsión de opositores políticos. Afirma la autoridad para desafiar los fallos judiciales, anular las leyes existentes y otorgar al presidente facultades ilimitadas. La arquitectura legal que se está erigiendo no se basa en la Carta de Derechos, sino en las teorías autoritarias del jurista nazi Carl Schmitt, quien insistió en que el soberano gobierna a través de un “estado de excepción” permanente.
En casa, la clase dominante está llevando a cabo una guerra contra la clase trabajadora: despidiendo a cientos de miles de trabajadores federales, destruyendo programas sociales, desmantelando la educación pública, destruyendo los contratos de los trabajadores y ampliando los poderes de los agentes federales para atacar a los trabajadores “insubordinados”. En cuanto a la ciencia y la salud pública, el teórico de la conspiración antivacunas Robert F. Kennedy Jr. se ha encargado de cerrar todas las agencias del Departamento de Salud y Servicios Humanos en medio de la pandemia continua de COVID-19 y la creciente amenaza de una pandemia de “gripe aviar” H5N1.
A nivel internacional, la Administración de Trump se está preparando para la guerra mundial. El jueves, anunció nuevos aranceles radicales que equivalen a una declaración de guerra económica contra todo el mundo. Estas medidas, bajo el lema “Hecho en Estados Unidos”, tienen como objetivo paralizar a China y obligar a todos los países a alinearse con los intereses imperialistas de Estados Unidos. Intensificarán el conflicto global y producirán una dislocación económica y social masiva no solo en el extranjero sino también dentro de los propios Estados Unidos, alimentando los despidos, la inflación y profundizando los ataques contra la clase trabajadora.
Trump se ha comprometido a “terminar” la limpieza étnica de Gaza iniciada bajo Biden, “aniquilar” Yemen, anexar Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá, y librar una guerra total contra China. Como explicó León Trotsky, el gran colíder de la Revolución rusa de octubre de 1917, durante una etapa anterior de la crisis imperialista, el mundo se enfrenta a la “erupción volcánica del imperialismo estadounidense”.
Mientras tanto, los multimillonarios –Trump, Musk, Bezos y el resto— se han enriquecido a través del fraude, el tráfico de información privilegiada y el robo abierto. Wall Street es un cártel criminal. Todas las instituciones de este país, tanto políticas, económicas como culturales, se están pudriendo desde dentro. La élite gobernante está sondeando las profundidades de la reacción.
La pregunta urgente que enfrentan los trabajadores y los jóvenes es: ¿Qué se debe hacer?
En primer lugar, es necesario entender que Trump no es una fuerza externa que actúa fuera del sistema. Es el producto del capitalismo estadounidense y representa a una clase dominante que está decidida a mantener su riqueza y poder por cualquier medio. Trump no es el diablo que salió de la nada. Es la personificación de la oligarquía que está reestructurando violentamente la política para que se corresponda con la naturaleza de la sociedad estadounidense.
El Partido Demócrata no es la oposición, es un cómplice voluntario. Fue bajo Biden que comenzó el genocidio israelí respaldado por Estados Unidos en Gaza. Fue bajo Biden que comenzó la persecución de los manifestantes estudiantiles. Fueron los demócratas quienes aseguraron la aprobación de la resolución continua de los republicanos, financiando a la administración Trump para profundizar sus ataques a los derechos democráticos.
Biden dio la bienvenida a Trump a la Casa Blanca en enero, deseándole “éxito”, poco después de que Kamala Harris llamara abiertamente a Trump fascista. Los demócratas se niegan a oponerse a la dictadura de Trump porque están de acuerdo con sus objetivos fundamentales: proteger al imperialismo estadounidense, suprimir la oposición social y mantener el dominio de Wall Street. El Partido Demócrata es un partido del capital financiero, del aparato militar y de inteligencia, de la CIA y el Pentágono, y de sectores privilegiados de la clase media-alta. Su principal preocupación no es la democracia, sino la preservación de la hegemonía global de Estados Unidos y la guerra contra Rusia en Ucrania.
Trump no será detenido a través de llamados al Partido Demócrata. Tampoco se le opondrá a través de las acrobacias vacías y los gestos simbólicos promovidos por el aparato sindical, que ha respondido a los despidos masivos con llamados a “escribir a su congresista”, incluso cuando abraza las políticas de guerra económica nacionalista de Trump. Tampoco se trata de retocar un sistema en bancarrota, como nos quieren hacer creer figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Su papel es pacificar a la oposición y mantenerla acorralada en el marco del Partido Demócrata.
Lo que se necesita es un movimiento revolucionario de masas de la clase trabajadora, guiado por un claro entendimiento de que la amenaza del fascismo surge de la ruptura del propio sistema capitalista.
Esta lucha debe ser llevada a la clase trabajadora, que representa la verdadera base social para la defensa de los derechos democráticos. La lucha contra la dictadura debe convertirse en un movimiento político de masas de la clase trabajadora, armado con un programa para tomar el poder, abolir el capitalismo y establecer el socialismo.
El Partido Socialista por la Igualdad llama a los trabajadores y jóvenes a construir comités de base en fábricas, lugares de trabajo y vecindarios para movilizar la resistencia masiva, incluidas huelgas y manifestaciones. La Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) está desarrollando una red coordinada de organizaciones, independientes de las burocracias sindicales, para llevar a cabo una lucha real contra el asalto masivo a la clase trabajadora por parte de la oligarquía capitalista.
El PSI lucha por infundir a este movimiento emergente un programa y una perspectiva socialista e internacionalista. La lucha contra la dictadura es inseparable de la lucha contra la oligarquía financiera y el propio capitalismo. La riqueza de esta oligarquía debe ser expropiada y la sociedad reorganizada sobre la base de la necesidad social y la igualdad.
La lucha contra el fascismo, la guerra y la dictadura no puede librarse dentro de los límites de las fronteras nacionales. La naturaleza global del sistema capitalista requiere una estrategia internacional. En todo el mundo, la clase dominante está recurriendo al fascismo, la dictadura y la guerra. Al mismo tiempo, está surgiendo una creciente ola de protestas y huelgas en todos los países, desde Estados Unidos hasta Alemania, desde Francia hasta Sri Lanka. La clase obrera es una clase internacional, y sus luchas deben unirse a través de todas las líneas nacionales, étnicas y raciales.
La clase dominante tiene un plan: dictadura, guerra y represión. La clase obrera también debe tener un plan: tomar el poder, acabar con el capitalismo y construir un futuro socialista basado en la democracia genuina, la planificación económica y el fin de la guerra imperialista.
Ese es el programa del Partido Socialista por la Igualdad y su movimiento juvenil, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS). Asume esta pelea. ¡Únete al PSI y el JEIIS! Construye la dirección revolucionaria necesaria para detener la dictadura, poner fin a la guerra y reorganizar la sociedad sobre la base de la necesidad humana, no del lucro privado.
¡Detengan la dictadura de Trump! ¡Rompa n con los demócratas y los republicanos! ¡Constru yan un movimiento de la clase obrera por el socialismo!
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de abril de 2024)
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