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Perspectiva

Millones se enfrentan a un desastre económico y social, mientras Wall Street celebra

La economía estadounidense se contrajo a una tasa anual impactante de 32,9 por ciento entre abril y junio, la mayor caída en la historia estadounidense. La caída real en los tres meses fue de 9,5 por ciento, eclipsando el peor trimestre desde que se comenzaron a recolectar dichas estadísticas hace más de 70 años.

Sería difícil exagerar la magnitud de la calamidad económica que ha devastado las vidas de decenas de millones de trabajadores y sus familias. CNBC indicó, “Ni la Gran Depresión ni la Gran Recesión ni cualquiera de las más de tres docenas de derrumbes económicos en los últimos dos siglos jamás ha causado una fuga tan severa en un tiempo tan corto”.

Las únicas interrupciones económicas comparables en la historia moderna fueron causadas por guerras mundiales o colapsos sociales. La caída general del producto interno bruto (PIB) de Estados Unidos durante los primeros seis meses de 2020 se estima en 11 por ciento, cerca del declive de la economía rusa en todo 1992, el peor de los años de la depresión que siguieron al colapso de la Unión Soviética.

Las afirmaciones del Gobierno de Trump sobre una recuperación “en V” no tienen mayor validez que los delirios del presidente Trump sobre tratar el coronavirus inyectándose cloro. Hay señales importantes de que, tras ralentizarse la caída económica en junio, debido a las amplias reaperturas ordenadas por los estados, el repunte de la pandemia que ha causado conlleva un nuevo colapso.

El jueves, el Departamento de Trabajo reportó que se presentaron 1,43 millones de solicitudes nuevas para los beneficios de desempleo la semana pasada, la decimonovena semana seguida en que los nuevos reclamos superan el millón. Tras deslizarse por varios meses, los nuevos reclamos han vuelto a aumentar en las últimas dos semanas.

La cifra de trabajadores que solicitaron beneficios continuos por desempleo también aumentó de 16,1 millones a 17 millones en la semana que acabó el 18 de julio. Además, se emitieron 830.000 nuevas solicitudes para la Asistencia Pandémica por Desempleo federal, que cubre a los trabajadores autónomos o casuales que no califican para las prestaciones tradicionales de desempleo.

Bajo estas condiciones, el suplemento federal de $600 semanales a los beneficios estatales por desempleo se les retirará hoy a aproximadamente 20 millones de trabajadores. De la noche a la mañana, millones verán la desaparición de dos terceras partes de su ingreso, de un promedio de $921 por semana en mayo a unos $321 por semana. En algunos estados, el robo de este salvavidas será aún peor. En Oklahoma, la asistencia por desempleo caerá 93 por ciento a $44 por semana.

Esta es una medida de la situación precaria que enfrentaban los trabajadores estadounidenses incluso antes de que el suplemento semanal y el pago individual y único de “estímulo” de $1.200 llevara a un aumento de 45 por ciento en los ingresos personales en el país durante el segundo trimestre. Setenta por ciento de aquellos obligados a trabajar en junio sufrieron una caída en sus ingresos al hacerlo.

La semana pasada, la moratoria sobre evicciones expiró para aproximadamente 18 millones de inquilinos en edificios con hipotecas respaldadas por el Gobierno federal. Esto es más de una tercera parte de los 44 millones de hogares que alquilan de EE.UU. Al tener que pagar cuatro meses de rentas acumuladas, los defensores del derecho a vivienda predicen un “tsunami” de evicciones. Solo en Los Ángeles, medio millón de hogares se ven amenazados.

Millones en EE.UU. también están sufriendo hambre. Según una encuesta del Buró de Censos, la inseguridad alimentaria la semana pasada alcanzó su nivel más alto registrado desde mayo. Casi 30 millones de estadounidenses reportaron no haber tenido suficiente comida en algún momento en los siete días anteriores al 21 de julio.

Después de entregarles billones de dólares a Wall Street y las principales corporaciones a través de la Ley CARES promulgada por el presidente Trump a fines de marzo, el Congreso de EE.UU. está privando a millones de sus necesidades más básicas. Tanto los republicanos como los demócratas están utilizando deliberadamente el espectro de pobreza, falta de vivienda y hambre como un medio para obligar a los trabajadores renuentes a volver a fábricas y otros centros laborales peligrosos, a fin de reanudar la generación de ganancias corporativas.

Mientras la economía colapsa y decenas de millones de trabajadores se enfrentan al hambre, la falta de vivienda y la miseria, la capa más alta de la sociedad estadounidense nunca la había pasado tan bien. Impulsado por la masiva inyección de dinero de la Reserva Federal, el índice bursátil Dow Jones Industrial Average ha aumentado 42 por ciento desde su punto más bajo en marzo, mientras el índice Nasdaq ha incrementado 54 por ciento. Wall Street ignoró en gran medida las noticias de que la economía estadounidense se había contraído en $1,8 billones en el segundo trimestre, con el Dow bajando levemente y el Nasdaq subiendo.

Incluso según la cifra de muertos supera los 155.000 en EE.UU. y la pandemia se propaga fuera de control en Florida, Texas, California y otros estados, la clase gobernante se está atiborrando de dinero. Los milmillonarios estadounidenses, cuya riqueza aumentó 80,6 por ciento entre 2010 y 2020, están viendo más ganancias —con otro aumento de 20 por ciento o al menos $565 mil millones— desde que inició la pandemia.

El hombre más rico del mundo, el director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, ha visto su riqueza neta aumentar $74 mil millones desde que comenzó el 2020, alcanzando un estimado de $189.3 mil millones. En un solo día la semana pasada, su fortuna personal saltó $13 mil millones después de un pronóstico positivo en Wall Street que aumentó el precio de sus 57 millones de acciones de Amazon, llegando a $3.232,49 por acción. Bezos, quien se podría convertir en la primera persona en controlar $1 billón del mundo, tiene un patrimonio personal mayor al valor de gigantes como Exxon Mobil Corp., Nike Inc. y McDonald’s Corp.

Debido al aumento de $200 mil millones en el valor de las acciones de Tesla, que estaban siendo vendidas a $1.487.49 cada una al cerrar la jornada el jueves, la riqueza neta de Elon Musk se triplicó desde que inició la pandemia, superando los $74 mil millones y volviéndose la quinta persona más rica del mundo. El 21 de julio, Musk calificó para un pago de acciones con un valor récord de $2,1 mil millones, su segundo premio gordo desde mayo gracias al aumento de 275 por ciento en los precios de las acciones de Tesla este año.

Tanto Bezos como Musk han estado al frente de la campaña para obligar a que los trabajadores regresen a sus almacenes y fábricas sin las protecciones básicas, incluso cuando el número de trabajadores que se han muerto y contagiado en sus instalaciones continúa aumentando. Existe una lógica brutal en esto: la clase obrera necesita ser obligada a generar las ganancias necesarias para pagar el aumento masivo en la deuda gubernamental y corporativa utilizada para alimentar la burbuja irracional en la bolsa de valores, así como sus pagas personales.

Los milmillonarios se han escapado a sus islas privadas, apartamentos de lujo y yates, mientras que EE.UU. registra una muerte por COVID-19 cada minuto y la gran mayoría de la población lidia con dificultades sociales sin precedentes. El sábado pasado, los superricos realizaron una fiesta en los Hampton, a 150 kilómetros de la Ciudad de Nueva York, donde casi 23.000 personas han muerto por la letal enfermedad. Los participantes gastaron entre $2.500 y $25.000 por persona para un concierto con el director ejecutivo de Goldman Sachs, David Solomon, “quien, además de administrar uno de los bancos de inversión más grandes y poderosos del mundo”, reportó CNN, “también es un DJ de danza electrónica a medio tiempo con el nombre D-sol, mezclando discos en los clubes de Nueva York y Miami”.

La catástrofe social producida por la pandemia no se debe al fracaso de la medicina moderna, sino al fracaso del capitalismo como un orden social. El COVID-19 no presenta un desafío poco común para las ciencias médicas; por el contrario, fue predicho por décadas y las medidas necesarias para combatirlo fueron estudiadas y refinadas. Pero, el brote de la pandemia presentó un desafío que el sistema de lucro demostró ser incapaz de abordar de una forma humana y racional. El capitalismo ha llevado a la clase obrera y toda la humanidad al desastre.

La primera mitad del 2020 estuvo caracterizada por la respuesta incompetente, negligente y criminal a la pandemia en la clase gobernante. La segunda mitad estará dominada por la respuesta de la clase obrera en EE.UU. e internacionalmente. Millones de trabajadores, incluyendo los docentes que se oponen al apuro imprudente de reabrir las aulas, están entrando en una batalla política directa contra el Gobierno de Trump de los dos partidos capitalistas. Esta lucha necesita armarse con un entendimiento claro de que la protección a las vidas y sustentos exige una lucha revolucionaria para expropiar las fortunas privadas de los superricos, establecer el poder obrero y llevar a cabo la reorganización socialista de la vida económica para satisfacer las necesidades de la vasta mayoría, no los pocos adinerados.

(Publicado originalmente en inglés el 31 de julio de 2020)

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