En los últimos meses, las Fuerzas Armadas de Brasil han realizado dos ejercicios militares conjuntos sin precedentes en medio de las crecientes amenazas de Estados Unidos contra el Gobierno de Maduro en Venezuela. Desde que llegó al poder a principios del año pasado, el Gobierno brasileño del presidente fascistizante Jair Bolsonaro se ha alineado con la operación de cambio de régimen estadounidense en Venezuela, convirtiendo a Brasil en uno de los primeros países en reconocer al títere de EE.UU., Juan Guaidó, como “presidente interino”.
Entre el 8 y el 22 de septiembre, el Ejército brasileño realizó un ejercicio militar que simulaba una guerra entre dos países por la estratégica región en torno a la capital del estado de Amazonas, Manaos. Denominada Operación Amazonia, también incluyó ejercicios militares en la región de la triple frontera entre Brasil, Colombia y Venezuela, una importante ruta de tráfico de drogas en el extremo occidental del Amazonas y en el estado más septentrional de Brasil, fronterizo con Venezuela, Roraima, donde el Ejército brasileño ha operado un centro para refugiados venezolanos desde 2018.
Aunque anteriormente se habían realizado ejercicios militares similares en la región, la Operación Amazonia tuvo un carácter sin precedentes debido a su tamaño y coordinación entre las tres ramas de las Fuerzas Armadas brasileñas. Con la participación de 3.600 soldados de seis de los ocho comandos militares de Brasil, fue el ejercicio militar más grande jamás realizado en la Amazonía. Involucró ejercicios de artillería, unidades antiaéreas y paracaidistas, además del lanzamiento de misiles desde el sistema Astros, considerado el arma más grande del Ejército brasileño.
La Operación Amazonia también se llevó a cabo en medio del mayor despliegue militar de Estados Unidos en América Latina desde la invasión de Panamá en 1989 y la creciente presión de los Gobiernos brasileño y estadounidense sobre Venezuela. Días antes de que comenzara el ejercicio militar, el Gobierno de Bolsonaro declaró a los diplomáticos del Gobierno de Maduro en Brasil personas “non grata” después de que la Corte Suprema impidiera su expulsión del país.
Sin embargo, la acción más provocadora del Gobierno brasileño contra Venezuela ocurrió durante la Operación Amazonia. El 18 de septiembre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, se reunió en Roraima en el centro para refugiados venezolanos con su homólogo brasileño Ernesto Araújo, quien pidió el “fin” del régimen “atroz” y “narcotráfico” de Maduro. Pompeo luego fue a Colombia, donde el ejército de Estados Unidos estaba realizando ejercicios conjuntos con las fuerzas armadas colombianas. La visita de Pompeo a Brasil antes de las elecciones estadounidenses fue declarada una “provocación y acoso a una nación vecina” por seis exministros de relaciones exteriores brasileños.
Efectivamente, realizada bajo el pretexto de defender la soberanía nacional ante un ataque enemigo y proteger los recursos minerales de la región, la Operación Amazonia estuvo llena de referencias a Venezuela. La simulación de guerra involucró el ataque del país “rojo” al país “azul”, que se inició en la ciudad de Caburaí en Roraima, en la frontera con Venezuela. El país “rojo” logró el control de toda la región fronteriza entre Brasil y Venezuela y también Colombia, llegando cerca de Manaos, en la región conocida como el “delta prometido”.
Esta región tiene las mayores reservas de elementos de tierras raras de Brasil y una de las más grandes del mundo. La producción de estos materiales, que son vitales para la industria electrónica, sigue estando dominada casi por completo por China. Entre las ubicaciones estratégicas tomadas por el país “rojo” se encontraba la región de Urucu, donde se encuentran las mayores reservas de petróleo y gas natural en tierra conocidas en Brasil. La televisora local Encontro das Aguas informó que uno de los ejercicios militares de la Operación Amazonia simulaba retomar la infraestructura del complejo petrolero de Urucu luego de que fuera incautado y “nacionalizado” por el país “rojo”.
El silencio de los medios burgueses en Brasil sobre la Operación Amazonia se rompió más de un mes después del inicio del ejercicio militar. Según un reporte del diario O Globo del 15 de octubre, el Ministerio de Defensa inicialmente se negó a responder preguntas sobre el operativo, las cuales luego fueron obtenidas a través de la ley de libertad de información. O Globo y el diario Folha de S. Paulo informaron que también se contactaron con el Ministerio de Relaciones Exteriores a través de la ley de libertad de información sobre la visita de Pompeo a Brasil. Tras casi dos meses sin respuesta alguna, Folha informó el viernes pasado que el Ministerio ha clasificado como “secretos” los cables diplomáticos sobre el viaje de Pompeo hasta 2035. Esta decisión, justificada por el “riesgo para la seguridad del Estado”, solo revela que el propósito de la visita de Pompeo fue la elaboración de una trama entre matones.
La Operación Amazonia fue seguida por otro ejercicio militar conjunto sin precedentes de las Fuerzas Armadas de Brasil a principios de octubre a lo largo de la costa de Río de Janeiro. Más de mil militares del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, incluidas tropas de las fuerzas especiales, participaron en la Operación Poseidón, que involucró ejercicios de aterrizaje y despegue de helicópteros desde el portahelicópteros multipropósito Atlântico de la Armada de Brasil, considerado el buque de guerra más grande de América Latina. Aplaudiendo la operación, el ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, dijo que “hoy en los conflictos modernos, la operación conjunta es fundamental”.
Tanto la Operación Amazonas como la Operación Poseidón marcan un punto de inflexión en las acciones de las Fuerzas Armadas brasileñas y en su relación con el imperialismo estadounidense. Ocurrieron luego de que el Gobierno de Bolsonaro enviara su nueva Estrategia de Defensa Nacional (NDS) al Congreso el 22 de julio. Sin duda, esta estrategia conducirá al resurgimiento de las Fuerzas Armadas brasileñas y una nueva carrera armamentista en la región.
Haciendo eco de la Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración de Trump, la versión brasileña dice, “en los últimos años ha crecido el espectro del conflicto militar estratégico entre las principales potencias y ha resurgido la competencia por la supremacía global”. Regionalmente, la NDS destaca que “no se puede ignorar la posibilidad de tensiones y crisis en el entorno estratégico, con posibles repercusiones para Brasil”.
El NDS explica que el alcance regional del “entorno estratégico” incluye “el Atlántico Sur, la Antártida y los países africanos que bordean el Atlántico Sur que contienen importantes reservas de recursos naturales”. Entre estos recursos, se destacan los que se encuentran en la Amazonía, como “agua dulce, alimentos, recursos minerales y biodiversidad”, y en el Atlántico Sur, donde se ubica la denominada “Amazonia Azul”, con “la mayor cantidad de petróleo y reservas de gas en Brasil “. La disputa por estos recursos, según el NDS, “puede dar lugar a injerencias en asuntos internos”.}
Como consecuencia, según el NDS, existe la “necesidad de expandir el gasto de defensa militar” para “adquirir productos de defensa”. Hoy día, Brasil gasta el 1,4 por ciento de su PIB en el ejército, una cifra que el ministro de defensa sugiere que aumente al 2 por ciento para el próximo año.
El cambio histórico representado por el nuevo NDS fue subrayado por el especialista en las fuerzas armadas Lucas Rezende. Escribiendo para Intercept Brasil, dijo, “Por primera vez desde la guerra con Paraguay (1864-1870), Brasil está amenazando formalmente irse a la guerra contra otro país vecino para defender sus intereses”.
Este cambio está vinculado, por un lado, a la ofensiva de Washington en el subcontinente sudamericano, históricamente considerado el “patio trasero” del imperialismo estadounidense. Como parte de su “giro hacia Asia”, busca contrarrestar la creciente presencia china en la región. Desde 2009, China es el principal socio comercial de Brasil. Con Trump, este proceso se ha acelerado con la resurrección abierta de la Doctrina Monroe.
Por otro lado, desde el juicio político fraudulento contra la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, en 2016, los Gobiernos brasileños han tratado de resolver la creciente crisis económica, ahora intensificada por la pandemia de COVID-19, acercándose a Estados Unidos. Con Bolsonaro y sus afinidades ideológicas fascistizantes con Trump, este acercamiento ha aumentado, particularmente en el ámbito militar.
En el primer viaje de Bolsonaro a los EE. UU. en marzo del año pasado, él y el presidente Trump firmaron un acuerdo de protección tecnológica para que EE. UU. use la base de lanzamiento de cohetes de Alcântara. A cambio, Trump anunció que tenía la intención de declarar a Brasil como un importante aliado fuera de la OTAN, lo que se hizo oficial en agosto del año pasado. En 2018, Colombia, el principal aliado de Estados Unidos en la región, se convirtió en uno de los “socios globales” de la OTAN.
La designación de Brasil como un importante aliado fuera de la OTAN allanó el camino para que Bolsonaro y Trump firmaran en marzo de este año un Acuerdo de Investigación, Desarrollo, Pruebas y Evaluación (RDT & E), aclamado por el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de EE. UU. (SOUTHCOM), como “histórico”. Además de facilitar las ventas de armas de la industria brasileña a los Estados Unidos y los países miembros de la OTAN, aumentará los intercambios militares y las maniobras conjuntas y permitirá a Brasil y Estados Unidos desarrollar proyectos de defensa comunes.
Faller, quien ha hecho las amenazas más directas contra Venezuela y es conocido por sus diatribas contra China, visitó Brasil en febrero de 2019 para “discutir la cooperación y las asociaciones bilaterales en las áreas de defensa y seguridad”. Más importante aún, anunció el nombramiento del general de brigada brasileño Alcides Valeriano de Faria Junior como subcomandante de interoperabilidad de SOUTHCOM. Este nombramiento, que significa la inclusión de un general brasileño en la cadena de mando estadounidense, no tiene precedentes y, en caso de una invasión estadounidense a Venezuela, podría llevar a Brasil directamente al conflicto.
El último episodio de la creciente realineación entre Estados Unidos y Brasil tuvo lugar el 19 de octubre, cuando el asesor de seguridad de Estados Unidos, Robert O’Brien, visitó Brasil para firmar un acuerdo de inversión en varias áreas, incluidas las telecomunicaciones. Al denunciar a China por ciberataques, recomendó “enérgicamente” que Brasil adopte proveedores “fiables” de la concesión para la tecnología 5G que se celebrará el próximo año. O'Brien recordó en un discurso la asociación histórica compartida desde 1822 bajo la Doctrina Monroe y dijo que Brasil y los Estados Unidos hoy “están más cerca que nunca”, lo que incluye un “compromiso con las elecciones democráticas libres y justas en Venezuela”.
Este realineamiento ha sido criticado por sectores de la burguesía brasileña cuyos intereses están ligados a las exportaciones a China, como la agroindustria, y que también han sido blanco de aumentos arancelarios por parte de la Administración de Trump. Consideran que “luchar contra China es un mal negocio para Brasil”, como lo expresó la destacada comentarista económica Miriam Leitão, quien también criticó la posibilidad de que Brasil no adopte la red 5G de Huawei, que ya está involucrada en el 40 por ciento de la infraestructura de telecomunicaciones de Brasil.
Las últimas cifras comerciales brasileñas refuerzan estas quejas. Mientras que las exportaciones brasileñas a China crecieron un 14 por ciento este año en comparación con el año pasado, con un superávit comercial de US $28 mil millones, las exportaciones brasileñas a Estados Unidos cayeron un 31 por ciento, con un déficit comercial de US $3 mil millones.
Según el imperialismo estadounidense aumenta su agresividad en la región para compensar su declive económico de décadas, estos acontecimientos conllevan consecuencias desastrosas para la clase trabajadora y la juventud brasileñas y la amenaza de que América Latina se convierta en un campo de batalla en una guerra regional o incluso mundial.
(Publicado originalmente en inglés el 2 de noviembre de 2020)