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Perspectiva

Navalny vs. Assange o la geopolítica de la indignación selectiva

Los corazones de los líderes políticos en Estados Unidos y sus aliados imperialistas están lamentando el encarcelamiento del líder de la oposición rusa Alexei Navalny. Desde su detención el 2 de febrero de este año, tras regresar de Alemania donde recibió tratamiento para un presunto envenenamiento por parte del Estado ruso, Navalny ha iniciado una huelga de hambre.

La indignación por el encarcelamiento de Navalny y la crisis de salud que ha resultado es una lección objetiva en el cinismo y la intriga imperialistas. Aquellos que invocan más apasionadamente sus derechos democráticos son los arquitectos de la persecución continua y mucho más severa del fundador de WikiLeaks, Julian Assange.

Alexei Navalny (Wikimedia Commons), derecha: fundador de WikiLeaks Julian Assange (AP Photo/Matt Dunham)

No hay nada remotamente comparable entre ambos hombres y las diferencias no favorecen a Navalny.

Assange es un periodista heroico que desempeñó un papel líder en la exposición de algunos de los peores crímenes imperialistas del siglo veintiuno, desde los detalles encubiertos de la brutal ocupación de Irak y Afganistán hasta los campos de tortura en EE.UU. y las entregas extraordinarias de prisioneros.

Navalny es un político derechista y nacionalista que se refirió a los migrantes del Cáucaso como “cucarachas” que deben ser asesinadas. Representa un ala de la oligarquía rusa opuesta al presidente Vladimir Putin y a favor de abrir más Rusia al imperialismo occidental.

Esta es la diferencia que está detrás de que se traten tan distintamente como la noche y el día.

El trabajo del fundador de WikiLeaks dio un impulso a la oposición a la guerra a nivel global y contribuyó a los levantamientos populares en Túnez y Egipto. Está siendo puesto como ejemplo en venganza por el daño infligido a los intereses imperialistas. Estos mismos intereses son los que exigen que se apoye a Navalny, quien se ofrece como una herramienta para realizar sus planes para Rusia.

El trato distinto desmiente las afirmaciones de aquellos como el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro británico Boris Johnson de que están apoyando a Navalny por cuestiones de derechos humanos, mientras persiguen a Assange por causas supuestamente legales.

La persecución de Assange comenzó hace más de una década, cuando Suecia inició una investigación inventada por motivos políticos de una agresión sexual para garantizar su extradición. Esta habría sido una maniobra de EE.UU. para incriminarlo falsamente. Assange se vio obligado a pedir asilo político en la Embajada ecuatoriana en Londres, donde permaneció detenido arbitrariamente durante la mayor parte de siete años.

Tras su captura y detención ilegales en abril de 2019, ha pasado los últimos dos años en prisión preventiva en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh, acusado de saltarse la fianza durante 25 semanas, mientras Estados Unidos solicitaba su extradición durante más de un año y, durante casi cuatro meses posteriores, apelaba una sentencia contra la extradición por motivos de salud.

Su caso, motivado políticamente, es una letanía de abusos de los derechos legales y democráticos, llevada a cabo junto con una campaña de difamación junto a los medios de comunicación de todo el mundo y grupos pseudoizquierdistas. Su objetivo ha sido ensuciar su nombre y destruir psicológicamente al fundador de WikiLeaks.

Si Assange fuera enviado a Estados Unidos, se enfrentaría a una condena de 175 años por cargos relacionados con la Ley de Espionaje.

Todos los Gobiernos del mundo se alinearon detrás de esta conspiración imperialista para que Assange, denunciado como un “terrorista de alta tecnología” por Biden, “se enfrente a la justicia”, en palabras de Johnson. La canciller alemana Angela Merkel resumió la postura de las potencias europeas con el comentario en 2019 de que el caso de Assange “es un asunto que no concierne a Alemania y está en manos de la justicia británica”. Australia, el país de origen de Assange, se lavó las manos.

En cambio, cuando Navalny fue detenido este año, también por violar la libertad condicional, en relación con un caso de malversación de fondos de 2014, y condenado a dos años y ocho meses de prisión, esta banda de criminales descubrió milagrosamente su sensibilidad democrática.

Johnson elogió al “valiente” Navalny y dijo que la sentencia rusa “no cumple con los estándares más básicos de justicia”. El asesor de seguridad nacional de EE.UU., Jake Sullivan, condenó la “violación de los derechos humanos”. Merkel declaró que el veredicto de Navalny “se aleja de cualquier norma del estado de derecho”. El presidente francés Emmanuel Macron declaró que “el respeto a los derechos humanos, como la libertad democrática, no son negociables”.

Se condenó con especial dureza el “escandaloso atentado contra su vida [la de Navalny]”, en referencia a su supuesto envenenamiento por parte del Estado ruso. Sin embargo, no se dijo nada cuando una investigación sobre la empresa de seguridad española UC Global, que proporcionaba vigilancia a la Embajada de Ecuador, reveló un complot de la CIA para secuestrar o envenenar a Assange.

A medida que la salud de Navalny se ha ido deteriorando debido a su huelga de hambre, estos funcionarios han reiterado los llamados a liberarlo, citando el peligro que corre su vida. Biden tildó el trato que recibe Navalny de “totalmente injusto y totalmente inapropiado”, mientras que su Administración advirtió de las “consecuencias” que tendría su muerte. Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, exigió: “Las autoridades rusas deben concederle acceso inmediato a profesionales médicos de confianza”. El Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido dijo lo mismo en su declaración: “El Sr. Navalny debe tener acceso inmediato a una atención médica independiente”.

Esta es precisamente la demanda realizada por el grupo de campaña Doctors for Assange y el relator especial de Naciones Unidas sobre la tortura Nils Melzer, pero que fue despreciada por el Gobierno británico. A Assange se le ha denegado repetidamente la libertad bajo fianza a pesar del grave riesgo que supone para su vida el COVID-19 y para su salud mental.

La jueza británica Vanessa Baraitser se pronunció en contra de su extradición a Estados Unidos con el único argumento de que hacerlo pondría en peligro su vida y podría llevarle al suicidio. La respuesta del Gobierno de Biden fue insistir, como ya lo había hecho Trump: “Seguimos buscando su extradición”.

La agenda criminal de la clase dominante se hace eco de su coro remunerado en los medios de comunicación, que han estado trabajando horas extras para fabricar credenciales progresistas para Navalny mientras dejan que Assange se pudra.

Desde enero de este año, The Guardian, el principal periódico nominalmente liberal de Reino Unido, ha publicado 78 artículos y vídeos sobre Navalny. Sobre Assange ha publicado 16, y solo uno desde febrero. Tardó hasta noviembre de 2019 en pronunciarse en contra de la extradición de Assange en un editorial, después de llevar a cabo una campaña de desprestigio de una década contra él. Escribió otro en diciembre de 2020 y de nuevo en enero de este año. Solo este año ha escrito tres artículos sobre Navalny.

Amnistía Internacional se negó a reconocer a Assange como preso de conciencia durante años, pero se apresuró tanto a aplicarle esta etiqueta a Navalny que se vio obligada a echarse para atrás vergozoamente reconociendo el registro de “discurso de odio” de Navalny unos meses después. El senador del Partido Demócrata de Estados Unidos, Bernie Sanders, ha mantenido un silencio casi total sobre Assange, emitiendo un único tuit en el que se oponía a su acusación en mayo de 2019 y que lograba no mencionar al fundador de WikiLeaks por su nombre. Este lunes tuiteó: “No se equivoquen sobre lo que está sucediendo aquí: el activista Aleksei Navalny está siendo asesinado frente al mundo por Vladimir Putin debido al crimen de exponer la vasta corrupción de Putin. Hay que permitir que los médicos de Navalny lo vean inmediatamente”.

Frases como “derechos humanos” y “libertad democrática” se convierten en nimiedades en las bocas de Sanders, Biden, Johnson y los de su calaña. Su apoyo al políticamente asqueroso Navalny es una provocación calculada contra el Estado ruso. Esperan utilizar su situación como pretexto para una mayor escalada de la agresión militar contra Moscú. Assange ha visto el evisceramiento de sus derechos democráticos con el consentimiento de todas las grandes potencias para suprimir la oposición a esta campaña de guerra imperialista.

La única base de apoyo real para los derechos democráticos en el mundo hoy es la clase obrera internacional, que solo puede defender esos derechos a través de una lucha conjunta contra los gobiernos imperialistas, su títere Navalny y la oligarquía rusa representada por Putin. La demanda de la liberación inmediata y la libertad incondicional de Julian Assange debe situarse en el centro de esa lucha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de abril de 2021)

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