En la clase obrera estadounidense, la vida está cada vez más marcada por la explotación intensa y desenfrenada por parte de los patrones, cuyos beneficios se disparan, mientras los salarios caen y las familias tienen cada vez más dificultades para hacer frente a la inflación y el alza en el costo de vida. Los salarios de los trabajadores que pertenecen a un sindicato aumentaron en 2021 mucho menos (3,3 por ciento) que la inflación (oficialmente de 9 por ciento) y que el aumento para los trabajadores no sindicalizados (5,3 por ciento).
En un periodo anterior, los sindicatos ponían ciertos límites al nivel de explotación laboral. Los trabajadores los construyeron como organizaciones defensivas por medio de luchas y protestas poderosas y enconadas que involucraron a millones de trabajadores. Hoy día, los sindicatos representan a tan solo el 6 por ciento de los empleados de las industrias no gubernamentales. Incluso donde hay sindicatos, casi no quedan límites sobre el nivel de explotación en los centros laborales ni en la sociedad en su conjunto.
Un nuevo reporte publicado por Radish Research, “La fortaleza financiera de los sindicatos”, reúne los datos sobre las finanzas sindicales y arroja luz sobre el carácter antiobrero de los sindicatos en la actualidad y el parasitismo de las decenas de miles de ejecutivos que los componen.
Los datos dejan en claro que los sindicatos no son organizaciones de la clase obrera. Se transformaron en organizaciones que roban miles de millones de dólares de las cuotas que pagan los trabajadores a fin de enriquecer a burócratas que viven cómodamente en el 10 por ciento más rico de la sociedad estadounidense. Suprimen la lucha de clases y son un componente clave del Partido Demócrata y el Estado imperialista.
Según las presentaciones federales de 14.000 sindicatos estadounidenses, ascendían a $35,8 mil millones en activos en 2020. Esto supera el producto interno bruto de más de la mitad de los países en la tierra. Solo en 2020, cuando cientos de miles de trabajadores morían de COVID-19, los sindicatos aumentaron sus activos en $2,7 mil millones luego de sustraer los costos operativos, casi el equivalente a las ganancias de 2020 de Air BnB.
El 85 por ciento de los ingresos de los sindicatos proviene de las cuotas ($15,5 mil millones en 2020), una cifra que representa una enorme transferencia de riqueza de la clase obrera a la clase media-alta. Además, los sindicatos obtienen sumas tremendas a través de varias otras operaciones parásitas como los intereses sobre sus inversiones ($509 millones en 2020), alquileres ($262 millones) y regalías y subvenciones ($2 mil millones).
El aumento de los activos en 2020 “no fue un hecho aislado, sino un patrón consistente a largo plazo”, explica el informe. “Desde 2010, los sindicatos han generado grandes superávits, acumulando más de $18,5 mil millones en los últimos once años, o $1,7 mil millones anuales en promedio”. De 2010 a 2020, los sindicatos perdieron a 465.000 miembros, mientras que los ingresos totales aumentaron un 28 por ciento, pasando de $14,3 mil millones a $18,3 mil millones. El informe señala que “el aumento de los ingresos fue impulsado por el aumento de las cuotas por miembro, que pasó de $818 por miembro en 2010 a $1.091 en 2020. Además, hubo aumentos significativos de las inversiones (+46%), los alquileres (+47%) y los ingresos varios (+24%) que contribuyeron al aumento general de los ingresos”.
Los sindicatos gastan decenas de miles de millones de dólares, pero no para mejorar las condiciones de los trabajadores a los que representan, sino para mantener un aparato de funcionarios a los que los trabajadores nunca ven ni oyen. Los sindicatos gastaron $15,6 mil millones en 2020, abrumadoramente en salarios y beneficios para decenas de miles de funcionarios sindicales. En la mayoría de los casos, estos funcionarios son simplemente empleados del Partido Demócrata cuyo trabajo de campaña para los políticos demócratas es esencialmente subvencionado involuntariamente por la clase trabajadora.
El informe explica que “la compensación anual promedio [de los funcionarios sindicales] aumentó un 37% desde 2010” y que “las ocupaciones administrativas aumentaron un 28%, pasando de 7.360 a 9.390 empleados”.
Según los datos de 2020, “más de 10.000 funcionarios y empleados recibieron un salario bruto superior a los $125.000, lo que los sitúa en el percentil diez superior de ingresos en los Estados Unidos (esto no incluye los generosos beneficios de salud, pensión y otros que suelen proporcionar los sindicatos)”.
Cientos de estos empleados sindicales están en la nómina del Solidarity Center de la AFL-CIO, una organización de la CIA que promueve los intereses de la política exterior imperialista estadounidense en todo el mundo a través injerencia electoral, desinformación y la supresión de la lucha de clases.
En comparación, los sindicatos no gastan casi nada en sueldos de huelga, con una media de apenas $70 millones al año desde 2010, es decir, menos de la mitad del 1% de los ingresos anuales. Para los ejecutivos, un dólar gastado para aumentar el poder de los trabajadores en una huelga es un dólar menos de su propio salario. Los intereses de los ejecutivos sindicales no están alineados con los intereses de los propios trabajadores, sino que son antagónicos. Una y otra vez, los sindicatos han aislado a los trabajadores en huelga y les han obligado a aceptar condiciones favorables a las empresas.
Sorprendentemente, estas cifras subestiman significativamente el patrimonio real de los sindicatos y sus directivos. El informe no incluye los sindicatos compuestos únicamente por empleados públicos, ya que estos sindicatos no están obligados a presentar declaraciones federales sobre sus activos, ingresos y gastos, aunque los sindicatos mixtos como el SEIU sí deben hacerlo. El informe tampoco incluye el valor de los fondos de pensiones de los sindicatos privados y públicos, cuyo valor se estima en $7 billones.
Si no se hace nada para invertir estas tendencias, el informe señala que los activos de los sindicatos aumentarían de $35,8 mil millones de dólares a $75,6 mil millones en 2030, incluso si los sindicatos pierden a 800.000 afiliados más. En otras palabras, las decenas de miles de ejecutivos sindicales planean robar varias decenas de miles de millones de dólares más del dinero de las cuotas de los trabajadores en los próximos años para enriquecerse.
Para desafiar el dominio de las corporaciones sobre todos los aspectos de la vida, la clase trabajadora puede y debe aprovechar su tremendo poder económico potencial y arrancarse las ataduras que les imponen los sindicatos.
La campaña del trabajador de Mack Trucks en Pennsylvania, Will Lehman, para presidente del sindicato UAW es un paso fundamental en esta lucha.
La mayor parte de los dirigentes del UAW, incluidos dos presidentes recientes, han sido condenados por aceptar sobornos de las empresas a cambio de traicionar a los trabajadores automotores. Pero la corrupción del UAW es solo la expresión más descarada de la relación entre la AFL-CIO y la dirección de las empresas. Además, los trabajadores automotores y de otras industrias se han enfrentado a décadas de ataques a sus salarios y condiciones de vida supervisados por las empresas y los sindicatos.
Por esta razón, Lehman explicó en una declaración tras su nominación en la convención del UAW del mes pasado que su campaña tiene como objetivo “construir un movimiento de las bases contra todo el aparato proempresarial del UAW”.
Lehman ha ganado el apoyo de los trabajadores para poner los activos del UAW fuera del control del aparato y bajo el control democrático de los propios trabajadores, donde pueda utilizarse para luchar contra las corporaciones y darle poder a la clase obrera, no para enriquecer a la burocracia.
No se trata de reemplazar a un burócrata por otro, sino de construir un movimiento de las masas obreras internacionalmente y en todas las industrias para “luchar por lo que necesitamos, no por lo que las empresas y los burócratas del UAW dicen que es posible. Tal lucha no puede ni será avanzada por los lacayos de las empresas que reciben salarios de seis cifras en la sede Solidarity House [del UAW]. El aparato burocrático que existe solo para sofocar nuestras luchas no puede ser reformado. Debe ser abolido ”.
La campaña de Lehman se enfrentará a una oposición feroz de todos aquellos dentro del aparato que perderían sus empleos y salarios cuando los trabajadores recuperen el control. Por esta razón, ningún miembro de los Socialistas Democráticos de EE.UU. (DSA, por sus siglas en inglés) nominó a Lehman en la convención y ninguna publicación pseudoizquierdista ha escrito sobre su campaña. Estos individuos y tendencias representan a la misma clase media-alta acomodada a la cual pertenecen los ejecutivos sindicales.
Se está gestando una rebelión en la clase obrera a escala global, exacerbada por la pandemia y las provocaciones de guerra del imperialismo estadounidense contra Rusia y China. Esta rebelión que se avecina hallará su expresión política en la construcción de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), una red internacional de organizaciones democráticas controladas por los trabajadores que busca romper el aislamiento impuesto por los sindicatos nacionales. A través de la AIO-CB, la clase obrera puede librar y librará una lucha global contra las empresas y los Gobiernos que las sirven en todo el mundo y desencadenará una contraofensiva internacional contra las décadas de contrarrevolución social.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de agosto de 2022)