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Perspectiva

La fraudulenta huelga “stand up” de la burocracia del UAW resultará en una traición contra los trabajadores

Lo acontecido en las últimas dos semanas arroja luz sobre los aspectos cruciales de la etapa actual de la lucha de clases. Por un lado, está en marcha un movimiento con cada vez más secciones de la clase trabajadora que buscan lograr un gran avance y revertir los años en que han caído los niveles de vida. Por el otro, cada vez se vuelve más claro que las burocracias sindicales, bajo la dirección del Gobierno de Biden, están haciendo todo lo posible para contener y sofocar las luchas de los trabajadores.

Trabajadores automotores con pancartas en el piquete de huelga cerca de la planta de ensamble de General Motors en Delta Township, Míchigan, 29 de septiembre de 2023 [AP Photo/Paul Sancya]

El viernes serán tres semanas de fraudulentas huelgas “stand up” o “de pie” impuestas por la dirección del sindicato United Auto Workers (UAW) bajo el presidente Shawn Fain, quien elaboró este plan en consultas cercanas con la Casa Blanca. Esta farsa, que realmente no es una huelga, fue diseñada por la burocracia para limitar el impacto en las ganancias de las empresas y mantener a la gran mayoría de los miembros del UAW en Ford, General Motors y Stellantis en el trabajo.

El impacto en el balance de las empresas ha sido infinitesimal. La huelga solo le ha costado a Ford 145 millones de dólares y a General Motors 191 millones, respectivamente, según un informe de JPMorgan publicado el lunes. En 2022, Ford registró ingresos de $158 mil millones, lo que significa que la huelga ha supuesto una pérdida de ventas inferior al 0,1 por ciento hasta la fecha. En comparación, la huelga nacional de GM de 40 días en 2019, que en sí fue aislada y finalmente traicionada por la burocracia del UAW, le costó a la compañía casi $4 mil millones.

En cuanto a las huelgas actuales del UAW contra solo dos plantas de ensamblaje de GM y los centros de distribución de piezas de las compañías, CNBC señaló el jueves que han tenido “poco o ningún efecto directo”, dado el inventario acumulado de GM. Las ventas del tercer trimestre de la compañía en realidad aumentaron un 21,4 por ciento en comparación con el año pasado.

La limitación de las huelgas por parte del UAW a un puñado de plantas de producción de las Tres Grandes se ha llevado a cabo desafiando el apoyo generalizado de los trabajadores a una huelga de toda la industria automotriz. Ha transcurrido el tiempo suficiente para demostrar que no se trata de una táctica errónea o ineficaz del UAW, sino de una política deliberada para dividir y desarmar a los trabajadores como preparación para imponerles las exigencias de las corporaciones.

El domingo, el UAW anunció un acuerdo tentativo con Mack Trucks 10 minutos antes de que expirara el contrato anterior, en una decisión evidentemente predeterminada. El anuncio del UAW de un acuerdo de “última hora” en Mack tenía como objetivo principal impedir una huelga simultánea junto a los trabajadores de las Tres Grandes —GM, Ford y Stellantis— por temor de que animaría un paro de toda la industria.

Expresando su desprecio por las bases, los titulares del UAW anunciaron que no divulgarán información sobre el acuerdo a los trabajadores de Mack hasta las votaciones de ratificación de este domingo, cuando el sindicato tiene previsto presentar únicamente algunos “aspectos destacados” del contrato. Las maniobras para mantener a sus miembros sin información hasta el último minuto provocaron inmediatamente la indignación de los trabajadores. Varios han exigido en redes sociales que se publique el contrato completo y han hecho predicciones, sin duda correctas, de que se trata de un acuerdo propatronal.

La conducta del aparato del UAW y de la cúpula bajo Fain de bloquear las huelgas, anunciar acuerdos de última hora de los que los trabajadores no saben nada y asegurarse de que los paros sean extremadamente limitados e insignificantes no es más que la expresión de un proceso universal. En todos los sectores, en EE.UU. y en otros países, los aparatos sindicales están haciendo horas extras para estrangular la oposición de los trabajadores e impedir una lucha unificada.

· El 24 de septiembre, el sindicato Writers Guild of America desconvocó unilateralmente la huelga de 146 días de 11.000 guionistas de cine y televisión, tras llegar a un acuerdo con los estudios y las grandes productoras, incluso antes de que los guionistas en huelga vieran el acuerdo, ni hablar de una votación.

· También el 24 de septiembre, Unifor declaró la ratificación de un contrato que cubría a 5.600 trabajadores automotores de Ford en Canadá, tras un voto fraudulento en el que el sindicato violó sus propias normas y constitución.

· El miércoles, 77.000 trabajadores sanitarios de Kaiser Permanente se declararán en huelga contra los bajos salarios y la peligrosa falta de personal, en un paro que los sindicatos sanitarios limitaron de antemano a solo tres días.

Frente a una clase obrera cada vez más combativa, Biden, el autodenominado “presidente más prosindical” de la historia, ha seguido desde el principio una estrategia corporativista, integrando aún más las corporaciones, las burocracias sindicales y el Estado.

La integración corporativista de los sindicatos y el Estado se personifica en la relación entre Biden y el presidente del UAW. La dirección del UAW ha estado en constante comunicación con la Casa Blanca, a pesar de las afirmaciones de Fain de que Biden “no interviene” en el proceso contractual.

Por su parte, Biden, el eterno compinche político de las empresas, considera a Fain un “alma gemela”, según informó el lunes el Washington Post. De hecho, ambos presidentes son grandes responsables de la desastrosa situación actual de los trabajadores automotores. La Administración de Obama-Biden reestructuró la industria automotriz en 2009 a costa de los trabajadores –rebajando los salarios de los nuevos empleados, eliminando el ajuste a la inflación y las pensiones, destruyendo miles de puestos de trabajo y cerrando plantas— en acuerdos negociados con el UAW que recibieron el apoyo de Fain, que era miembro del Equipo Nacional de Negociación UAW-Chrysler.

Para darle un barniz de “izquierda” a la burocracia del a UAW, cada vez más desacreditada, y al Partido Demócrata, los pseudoizquierdistas Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) han recibido promociones a un nivel sin precedentes. Los miembros del DSA ocupan ahora altos cargos en el aparato del UAW, actuando como estrategas y portavoces tanto de la burocracia como de la Casa Blanca, a cambio de salarios de más de 100 mil dólares por año y otros privilegios lucrativos.

La dependencia cada vez mayor de la clase dominante en las burocracias sindicales y de la pseudoizquierda para contener las luchas sociales está siendo impulsada por una serie de crisis que se entrecruzan, en particular la guerra contra Rusia y el estallido de la lucha de clases.

Biden reconoce que está librando una guerra en dos frentes. Washington está intensificando rápidamente su guerra contra Rusia en Ucrania en medio de llamamientos cada vez más estridentes en los medios de comunicación y de la élite política para que EE.UU. y la OTAN “pongan soldados en el terreno” tras el desastroso fracaso de la “contraofensiva” de Ucrania. También están muy avanzados los planes de guerra contra China, a la que el imperialismo estadounidense considera su principal rival económico.

Al mismo tiempo, el Gobierno de Biden y ambos partidos políticos están llevando a cabo una guerra consciente contra la clase obrera, que está siendo impulsada por su política de guerra en el extranjero. La clase dominante de EE.UU. debe financiar sus enormes gastos en la guerra contra Rusia, la acumulación militar contra China y el aparato de seguridad nacional de EE.UU. en su conjunto –más de 1 billón de dólares al año— de alguna parte, y está tratando de imponer estos costos a los trabajadores a través de ataques implacables a los salarios y los programas sociales.

Por lo tanto, la contención de las luchas obreras no solo es fundamental para el afán de lucro de las empresas específicas implicadas, sino para impedir que un movimiento de la clase obrera socave la política de guerra del imperialismo estadounidense. Por eso el UAW y otras burocracias sindicales están totalmente concentradas en suprimir la lucha de clases. Y esto explica las referencias ominosas de Fain a la transformación de las fábricas de GM durante la Segunda Guerra Mundial a la producción bélica durante el viaje de Biden al piquete de huelga la semana pasada.

Cualquier intento de presionar a Fain y al aparato del UAW, o a sus homólogos en otros sindicatos, será un callejón sin salida. Lo que se necesita es el programa reclamado por Will Lehman, trabajador de Mack Trucks y candidato a presidente del UAW el año pasado: abolir por completo la burocracia del UAW y transferir todo el poder a las bases. La red de comités de base de los trabajadores de la industria automotriz debe ampliarse y prepararse para anular el intento del aparato del UAW de imponer forzosamente un contrato, que inevitablemente intentará hacer ya sea mediante mentiras o manipulando los votos.

Pero los trabajadores automotores no solo se enfrentan a una lucha económica. Su lucha es fundamentalmente política. La clase obrera debe reconocer que está luchando contra un sistema socioeconómico, el capitalismo, que se opone total e irreconciliablemente a sus intereses básicos y que está dedicado a empobrecerlos cada vez más. Es un sistema que debe ser derrocado y sustituido por otro basado en las necesidades de la mayoría de la sociedad: el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de octubre de 2023)

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